por Tímido Celador
Cuando cruzaba el jardín de regreso a la clínica, con los libros de Pessoa que me ha dado, he visto al Guru adherido a su ventana como una pegatina de Papá Noel en Navidad.
Mirándome.
Yo he hecho como si no me hubiera dado cuenta.
Me he quitado la ropa de abrigo y he pasado por control, donde he dejado los libros. Charlie los ha mirado con desinterés y con su manaza ha cogido uno por la portada, como si fuera un pájaro muerto y quisiera asegurarse de que ya no aletearía más.
– Tienes que recoger a la Muslines de terapia- me ha informado dejando caer el libro sobre la mesa.
La Muslines pesa 110 kilos, mide un metro sesenta y siempre lleva minifalda. Huelga que explique de dónde le viene el mote. Su habitación es contigua a la del Guru, que tiene la puerta abierta y está apoyado en el marco, acechando como un perro de presa a que yo pase por delante.
– Cuando acabes, pásate por aquí, por favor- me dice en el mismo tono que habría utilizado para dirigirse a un mayordomo.
Ha habido suerte: cuando hemos regresado de terapia, la Muslines no quería acostarse, sólo he tenido que ayudarla a sentarse en el sillón y darle el mando de la tele. La puerta del Guru seguía abierta, él estaba sentado en el centro de la cama, vigilando el pasillo, y me ha hecho gestos para que no pasara de largo.
– Cierra, cierra- me ha dicho con una sonrisa cómplice y ojos expectantes- Cuenta, cuenta.
– ¿Qué quieres que te cuente?
– Qué tal te ha ido en la casita. Te he visto volver de allí con un par de libros.
– Apenas he estado allí diez minutos.
– Pero ¿te ha preguntado por mí?
No he podido evitar sentir cierta lástima incómoda. No me ha parecido un follador aventajado, sino un pobre viejo que aguardara en un asilo a que alguien de su familia se acordara de ir a verle.
– Sí- he mentido.
– ¿Te ha dado algún recado para mí?
– No. ¿Para qué va a darme ningún recado? Sólo tiene que cruzar el jardín para verte.
– Claro, claro, tienes razón. Oye, dile al peluquero que venga a verme, quiero estar presentable para cuando ella venga, que con estas melenas parezco un viejo loco.
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0 respuestas a «El guru y otras hierbas 28»
No se puede jugar con los lectores, crear la gran espectátiva del encuentro en el 27 que viene alimentándose desde bastante antes con detalles y en el 28 liquidar el encuentro diciendo que es de 10 minutos y que le da un par de libros de Pessoa sin ni siquiera decir cuales, cómo y por qué.
(Igual pienso esto porque soy una lectora cotilla).
Sin embargo, me sigue gustando.
A veces uno desea que llegue una gran fiesta en la que podrá volver a reencontrarse con alguien. Y cuando al fin la fiesta llega, ese alguien no aparece, o aparece del brazo de otro hombre, o llega sola pero pasa de ti porque, a su vez, ella está pendiente de que llegue otra persona. Y la gran fiesta se convierte en una gran desilusión.. ¿Nunca te ha pasado?
Que yo le diera muchas vueltas a ese reencuentro y compartiera mis comeduras de tarro con vosotros, no quiere decir que ese reencuenetro fuera a ser tal y como tú, lectora cotilla e impaciente, deseabas. La vida es, muchas veces, decepcionante.
Cada cosa a su tiempo. Esto es una ¿novela? por entregas. Téndrás que esperar a los siguientes capítulos. Que ni yo sé cuáles serán. Los escribo a medida que me los dicta la vida.
Lo siento, es que llevo muy mal lo de ser adicta e impaciente. Siempre me he alegrado de nacer en le S. XX y encontrar las grandes novelas del XIX en un solo tomo o en dos, porque de haber tenido que leerlas por entregas en los periódicos me hubiera dado algo malo.
Ariadna, darling, hay que trabajar la paciencia, uno de los genes defectuosos del primer mundo.
No podemos hacer de los relatos de Tímido Felador unas entregas regulares como si fuera Copnrín Tellado. La literatura es como un guiso: tienes que dejarlo fraguarse a fuego lento para ver qué te va pidiendo y dárselo. Reposar. Probar. Corregir, si fuera necesario.
¡No le presiones, el gurú está perdiendo fortaleza!
¡Ha habido un error tactil entre la f y la c! quería decir celador (no sé si tendrá algo que ver que estoy escuchando el 1º disco de El Bicho, la canción favorita de mi niña: «De los Malos»).
Las erratas son el equivalente de los accidentes creativos que los pintores surrealistas incorporaban a sus cuadros como reconocimiento de la erupción inconsciente del más auténtico espíritu surreal. Suelen mejorar el texto, darle una luz nueva, un divertido sobresalto, una profundidad inesperada.
Y esta tuya, Carmencita, es gloriosa. Tímido Felador: un hallazgo insuperable.
Me recuerda el caso de aquel diario que publicó en los 70 en portada:
«Franco visita el coño de Doñana»
Tímido Felador, jajaja. Con lo tímido que es, seguro que se ha puesto rojo como un tomate. Y lo malo es que difícilmente olvidaremos ese nombre.