por Marisol Oviaño
Imagen en Marca
No pertenezco al selecto club de deportistas de salón que dicen amar el deporte porque lo siguen desde el sofá con una cerveza en la mano. Pero, a medida que pasan los años, voy comprendiendo la fascinación que los deportistas de verdad ejercen sobre millones de espectadores que son fieles cada año a los mundiales de atletismo, las Olimpiadas o lo que toque.
No sabía quién era Marta Domínguez hasta que, por casualidad, he visto en un telediario unas imágenes de hace un año en Pekín- donde se cayó y perdió toda posibilidad- y otras de este año en Berlín, donde ha ganado la medalla de oro en 3.000 metros obstáculos. Y se me han saltado las lágrimas.
Antes de ponerme a escribir he estado googleando un poco y, tal y como era de preveer, he leído que Marta Domínguez es una luchadora, una mujer inasequible al desaliento. Un ejemplo para los que echamos el resto en nuestras respectivas disciplinas, una palmadita en la espalda esos días en los que las cuentas no salen, el grito de aliento que nos empuja a continuar resistiendo cuando la vida cree tenernos contra las cuerdas.
En nombre de todos los que creemos en lo que hacemos y luchamos por ello, gracias.
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Y además casi se corre oyendo la marcha real.
Mira esto. El minuto 2:30 -los pelos de punta, me pone- youtube
Qué expresiva es, ella no puede dejar de sonreír y quienes la vemos tampoco, su sacrificio y su éxito despiertan una empatía irresistible. El video ha hecho que se me saltaran las lágrimas otra vez.