Patrizia D’ Addario, en un calendario sepsi de 2004
Miguel Pérez de Lema
Voy a hacer una revelación asombrosa: a los hombres les gusta follar, y algunos, a veces, se van de putas. A lo largo de la historia esta debilidad -también conocida como el efecto Salomé y la cabeza del bautista, o Judith y Holofernes, o Sansón y Dalila, o maldita Yoko Ono, por los que tenemos estudios- ha costado la cabeza, el trono, el paraíso, la vida, a muchos hombres. Y está, claro, en la primera página del manual de cualquier agencia de inteligencia. Que se lo pregunten a Clinton.
Lo cosa es que ahora, queridos niños, Berlusconi, el primer payaso del mundo que en lugar de pintarse la cara, se la opera, ese hombre que lleva más de una década asombrando al mundo con sus patochadas, ese individuo que ha cambiado las leyes de su país para solucionar sus asuntos propios, aquél al que los italianos votan una u otra vez porque lo que había antes les parece que era mucho peor y la alternativa les resulta aun más deprimente, ese hombre, digo, ¡ha echado un polvo!.
Y eso ya es pasarse de la raya.
Leo hoy que Patrizia D’ Addario, la buscona que lo ha vendido a la prensa -doblemente puta por tanto- dice que se juntaron hasta 20 hurgamanderas en una de sus mejores fiestas. En otro tiempo y lugar, más civilizados, se celebraría públicamente la esplendidez de este poderoso anfitrión, de este príncipe del placer. (De momento nadie ha demostrado que los gastos de la cuchipanda fueran a cargo del Estado).
Hoy, lamentablemente, sólo se celebra y se acude -porque la gente cuando la invitan va, como muestran estas alegrías del tito Berlus- si se garantiza la absoluta confidencialidad. Entonces sí que sí, entonces a follar como locos y a ponerse de farlopa hasta el colodrillo.
A lo mejor es verdad que esto de la Igualdad y sus Ministerios -la cosa viene de Europa- funciona y han reprogramado de la noche a la mañana a los hombres para que no vayan de putas. Que se han acabado los tiempos en que las cenas de negocios concluían con la sorpresa de una señorita en la habitación del hotel, o que ya no se ablandarán las negociaciones con el grupo de japoneses vía sauna-botella de vodka-mamada hasta el tuétano. Que de verdad nos escandaliza la idea de un señor pagando.
Y yo voy y me lo creo.
Lo dicho, que un tío ha echado un kiki. A tirarnos todos de los pelos.
(Desde luego que nadie espere que le cuenten quién y por qué ahora ha decidido amortizar y quitarse de en medio a Berlusconi).
0 respuestas a «berluscoño»
Y si a Berlusconi le gusta follar ¿por qué no lo dice?
A mí me encanta follar y no finjo ser una casta mujer, pero Berlusconi trata de hacernos creer que es un respetable hombre de familia y que todo esto es un montaje.
Si Berlusconi dijera: me encanta follar, follo todo lo que puedo y desde que soy primer ministro follo todavía más; yo diría olé sus huevos. Pero lo triste es que sigue intentando desempeñar el papel de fiel hombre de familia para que los demás no se escandalicen, para que el rebaño no se aparte de la senda.
El problema no es que a Berlusconi le guste follar, sino que no se atreva a admitirlo.
Cuanta razón Marisol. Mucho mejor estarían nuestras cabezas si nos dejásemos de hipocresía y aceptáramos al mamífero que somos.
HolA saludos cordiales. mas que opinar por el asunto de Berlusoni, quiero decir que es triste que un país como Italia no tenga opciones políticas. Éste es un tema que preocupa en diferentes partes del mundo. «Cunado un hombre bueno no se compromete permite que un malo lo haga y desencadenen en cosas terribles como lo refleja la Historia Universal. Gracias. elimaginario
Coincido con»elimaginario»», nada peor en el mundo que vivir sin convicciones políticas, esa es la problemática mayor.Berlusconi…solo la anécdota.Susana (una mujer argentina)