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El guru y otras hierbas, 16

por Tímido Celador

– La mayoría de las mujeres despiertan nuestro instinto protector- me dice el Guru-. Por eso las que nos vuelven locos son las salvajes.
– Me temo que en mi inexperiencia sería incapaz de distinguir una mujer doméstica de una mujer salvaje.
– Una mujer salvaje no despierta tu instinto protector, no necesita que un hombre la proteja. Caza sola y vive en libertad. Por eso es más tentadora: te desafía a que la sometas, a que la domes con tu polla. Si consigues retener a una mujer salvaje a tu lado, todos te reconocerán como un macho alfa.
– Pero, una vez domesticada ¿no pierde el atractivo?

Sus ojos brillan con una malicia contagiosa.

– Una mujer salvaje nunca estará domesticada del todo. Siempre desearás someterla.
– ¿Entonces?¿Dónde está el problema?
– En que ella siempre será libre. Cuando más domesticada creas que está, regresará a la vida salvaje y no podrás hacer nada por evitarlo.
– Y entonces te entrarán más ganas de someterla…- concluyo feliz de haber llegado solo a esa conclusión.

El Guru podría atarse la sonrisa detrás de las orejas, toda su cara, exagerada como una máscara teatral, me sonríe. Sus ojos azules que comprenden demasiado celebran tanto mi presencia, que me animo a ir un paso más allá:

– Y cuanto más difícil sea someterla, más desearás hacerlo…
– Contigo sí que merece la pena hablar, no como con el animal de Charlie.
– ¿La Sacerdotisa es una mujer salvaje?
– ¿Quién? ¿Iris? Qué bonito mote, Sacerdotisa.

Me ha faltado un pelo para confesarle que a él le llamamos Guru.
– Sí, claro. Por eso deberías acostarte con ella, podría enseñarte mucho.

La mera idea de verme a solas con esa mujer me da tanto miedo, que he dado un paso atrás por instinto de conservación y él se ha echado a reír.
– Tranquilo, impedirá que te vuelvas loco por ella.
– ¿Y cómo podrá impedirlo?- pregunto ya sin dignidad ninguna, acojonado perdido.
– Dándote lo que deseas.

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0 respuestas a «El guru y otras hierbas, 16»

Buen articulo Timido Celador.Como nos domina el deseo ¿verdad?.Nada alcanza parece…pobres humanos (hombres y mujeres)¿quien no ha desesperado alguna vez x alcanzar ese «obscuro objeto del deseo»??? peor es no encontrarlo nunca.Susana ( una mujer argentina).

Ja, ja, ja, qué bueno, qué bueno.

Y fíjate qué extrañas redes tienden mis neuronas: ¿Podéis creer que me recuerda a Las Enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda?
Qué cosas…

Menudo nivel el de mis lectores. Me pasa como a Miguel con el aparcamiento de Vázquez de Mella ((ver artículo de Chueca, un poco más abajo) : no estoy a vuestra altura.
Nunca leí el Don Juan de Carlos Castaneda (hasta hoy no sabía que existía)
Y no acabo de extraer la enseñanza de la cita de Gómez de la Serna.
Prometo aplicarme.

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