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El tonto

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Miguel Pérez de Lema

El tonto se diferencia del inocente. El inocente es cándido, pacífico, sin voluntad de poder ni secretas aspiraciones. Y el tonto tiene mala intención, guarda una mala intención de tonto y busca el momento de su venganza tonta, que es una clase de venganza sin provecho, que enaltece aun más al enemigo. Un céntimo de venganza.

El tonto es listo a su manera, porque no se le ve venir y espera a la vuelta de la esquina armado de su reproche idiota para darnos con él en la cabeza. Al tonto no le asustan las escenas, y es muy dado a tercerías, a malmeter a los demás para que aprueben su rencor de tonto, porque no tiene seguridad ni aplomo para imponerse en el cuerpo a cuerpo.

El tonto, por tanto, es ligeramente peligroso. Nunca nos destruirá, pero siempre tratará de asustarnos, de implicarnos, de comprometernos. Su ventaja es el celo con que mima su obsesión. El tonto suele estar ocioso y tiene todo el tiempo del mundo para obsesionarse. Cuando da su golpe nos saca ventaja, y aunque enseguida podamos alcanzarle, él guardará como su mayor tesoro el haber dado el primer golpe.

Pase lo que pase frente a un tonto, se debe mantener la calma, teniendo por seguro que el tiempo acabará dejándolo en el mismo lugar en el que estaba. El tonto es un Sísifo de su propio mal, su estupidez es la piedra que siempre acaba rodando colina abajo. El tonto, aunque tiene aspiraciones, se caracteriza porque nunca las llega a realizar por más elaborada que sea su estrategia, circunstancia de la que no saca ninguna enseñanza. Su problema es que apunta mal, y no lo sabe. Quiere otra cosa distinta de la que pide, y aunque lleguen a darle lo que reclama siempre se quedará insatisfecho.

El tonto es un insatisfecho.

El tonto está en todas partes. Cada oficio tiene su rincón poblado de tontos, más sus tontos estratégicos, apostados en cada pasillo del oficio. El tonto se presenta voluntario para llevar el pulso del gremio, glosar la noticia reciente, contagiar la gripe del chisme, y cumple su misión con total gravedad. El tonto no llega a frívolo. Carece de la indiferencia del frívolo, y le gustaría creer que está participando en alguna clase de revuelta, sin darse cuenta que su maledicencia no hace sino asentar a sus enemigos en el escalafón porque el escalafón no es más que una glosa en el tiempo hecha por tontos sucesivos.

El tonto es ante todo un género neutro, aunque creemos ver diferencias entre el tonto masculino y la tonta femenina, si bien son rasgos de segundo orden. La tonta femenina es, tal vez, el tonto masculino más un teléfono. La tonta femenina viste el traje que le sienta bien a las demás, y que a ella le hace vulgar, no ha encontrado su propio traje.

El tonto no ve la botella medio llena o medio vacía, sino que se preocupa de quién se ha bebido lo que falta en la botella, que es la reflexión estéril del que no sabe qué hacer con lo que queda en ella. Al tonto lo más que se le ocurrirá es darle a alguien un botellazo.

Bola extra
Versión infantil (para los más tontos)
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