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General Literatura

Escribir por necesidad

por Marisol Oviaño
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Con un brazo sujetaba a mi bebé de mazapán quebradizo y su mascarilla de aerosoles, que estaría haciendo un ruido atronador a lo largo de cuarenta minutos.

Mi pequeña se movía poco, había estado sedada desde el día en que nació.
Había pasado demasiados meses atada a una cuna con vías, sondas, pulsioxímetros, gafitas nasales y vendas. Por esa razón yo pasaba media vida hablándole, acariciándola, haciéndole fisioterapia muscular y masajes pulmonares; y la otra media, dándole de comer para que pudiéramos desconectarla de la máquina que habitualmente la alimentaba. Eso suponía darle ocho biberones al día, gota a gota. Y a pesar de la lentitud con que nos movíamos, casi siempre tardaba menos de treinta segundos en vomitarlo.

A veces me sentía como una máquina sin más destino que servir a los otros, y pegaba la cara a la ventana envidiando la libertad de los desconocidos que pasaban por la calle.

Además de mantener a mi hija con vida, hacía la comida, ponía lavadoras, planchaba, iba a la compra, barría, cocinaba, tenía otro hijo que atender y un marido que también necesitaba de mí.

Con un brazo sujetaba a mi bebé y su mascarilla de aerosoles.
Con el otro brazo, apoyada en una pierna, escribía.

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