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El yugo

por Manumitida
yugo

Me duele cada centímetro del cuerpo.
Cuando me levanto de la silla, cuando echo el primer paso, cuando me tumbo en la cama.
Ningún otro cuerpo se interpone en mis rutinas, y al mío parece faltarle algo.
Sexo.

Reclama lo suyo quejándose en cada articulación, manifestándose en cada músculo, exigiendo el peso específico de otro cuerpo en el que reconocerse.
Y hoy, que tengo la primera noche libre desde hace meses, no está disponible ninguno de mis amantes.
Es lo malo de la libertad: follar se convierte en un asunto de supervivencia.
Ya no se folla porque ames, sino porque te duele todo.

Y salgo a cansarme paseando en la noche fría, maldiciendo las necesidades de un cuerpo que empieza a estorbarme.
La juventud, que a otros se les hace demasiado corta, a mí se me está haciendo insoportable. Por muchas canas que tenga, mientras el cuerpo siga exigiendo medirse con otros cuerpos, seguiré siendo joven.

Seguiré estando bajo el peor de los yugos.

0 respuestas a «El yugo»

La libertad nos convierte en solitarios cuerpos, esos cuerpos que pretenden hacer lo que quieran en cada momento pero que, por ser libres, no están sujetos a otros, con lo cual, dejamos de ser libres para depender de las migajas que encontremos.

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