por María Laparca
Fotografía en contexto original: genealogy
Con mi pluma fui cavando tu tumba.
Tenía que enterrarte, pero me daba no sé qué.
Cuando terminé de cavar me detuve a contemplar el atardecer y a liarme un cigarrito, confiando en que tú resucitarías de entre los muertos para disfrutar del espectáculo.
Los atardeceres sobre el mar son como una penetración. Al principio parece que el sol, todo macho, está follándose a la indefensa tierra. Pero, poco rato después, el sol ya no es el gran penetrador, sino un pequeño que esconde la cara en las faldas de su madre tierra.
Así eramos tú y yo.
Ahora yo soy el sol y la tierra, y tú un cadáver que hay que enterrar.
Vi muchos atardeceres y lié muchos cigarros junto a tu fosa a cielo raso, esperando que volvieras del mundo de los muertos. Pero no diste señales de vida. A veces te echaba un puñadito de tierra que sonaba como lluvia en tu ataúd para ver si despertabas.
Nada.
Se me acabó el tabaco, dejé tu fosa abierta y me fui a seguir con mi vida.
De vez en cuando he vuelto por aquí para disfrutar del atardecer, liarme un cigarrito, contarte cómo van las cosas y echarte un puñadito de tierra sin mucho convencimiento, para ver si te animabas a salir. Y, aunque no salías, tampoco me decidía a enterrarte. Quería creer que estabas vivo. Hacías cosas que los muertos no hacen: robar, mentir, engañar, olvidar, huir, mandar mensajes de felicitación en los cumpleaños…
Pero hoy he vuelto para enterrarte con mis palabras.
Hay que hacerlo para que nuestra niña florezca.
Si no te damos sepultura, todo lo que en ella deberían ser flores lavadas por la lluvia, pétalos al sol y moscones revoloteantes, retoñará hacia dentro, envenenará la savia y enfermará las raíces.
Nuestra hija languidecería de amargura en medio de la selva.
Y ya conoces el dicho:
Si quieres ser feliz un día, emborráchate.
Si quieres ser feliz un año, cásate.
Si quieres ser feliz toda la vida, hazte jardinero.
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Hay que enterrar a los muertos, sobretodo a esos muertos que hacen cosas que no hacen los muertos. Sino, así es, se envenena la savia y enferman las raices. Hay que hacer duelo y tirar para adelante. Y a otra cosa, mariposa. Siempre encontraremos otros amores, otros amigos.
¡Pues claro, mujer! Qué gusto saber que por fin entierras y olvidas. No hay cosa más boba y más lela que la necrofilia, que suele terminar en necrofagia y no hay cosa más indigesta que los muertos, nunca terminas de masticarlos y luego no hay quien se los trague.
Uno de los mejores refranes de la sabiduría popular:
El muerto al hoyo y el vivo al jamón serrano
Lo dicho, de cuántos atolladeros nos sacan los hijos, ¿verdad?