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General Literatura

El señor Borroso, 2

por Elmer
Fotografía: fortunecity
payaso3

Hoy es fiesta, no trabajo.
He salido a dar una vuelta con el perro.
Hace unos meses me cansé de venir desde casa de mis padres, a cuarenta kilómetros de aquí. A mi jefe le tocó la lotería de Navidad y había pedido una excedencia de dos años: se iba un año a recorrer el mundo y buscaba alguien que le cuidara el perro a cambio de un alquiler barato. Yo buscaba una casa tranquila desde la que pudiera ir andando a trabajar. Además, me apetecía vivir la Castilla que mis abuelos, hombres de pueblo, habían conocido.

El perro y yo nos llevamos bien. Perro, le llamo. Y viene.
Es un magnífico pretexto para salir a estirar las piernas y conoces a gente que lleva a sus perros atados. Forasteros que viven aquí, como yo. Los perros de los paisanos campan a sus anchas por las calles.

La biblioteca está en un pequeño parque porque el perro y yo pasábamos esta mañana.
Habíamos quedado con una pelirroja y su cocker negro para ir a dar un paseo por el monte.

El señor Borroso estaba en la puerta de la biblioteca con aspecto abatido: los brazos caídos a lo largo del cuerpo y la frente pegada al cristal. Todo en él hablaba de una derrota. Podía haber pasado de largo y él no me habría visto. Me gusta la pelirroja. Pero soy un escritor a la caza de personaje, no podía dejar pasar la oportunidad.
– Hola ¿puedo ayudarte en algo?
Ha tardado un buen rato en reaccionar y darse la vuelta. La montura de las gafas de sol le había dejado marcas en el caballete de la nariz. Cuando se ha dado cuenta de por qué le sonaba mi cara, su rostro ha sufrido una supersónica transformación de careta trágica a careta cómica.

– ¡Hola! – me ha dicho con una sonrisa demasiado amplia (y sucia) para ser sincera- Hoy abres más tarde ¿no?
– No. Hoy no abrimos.
– ¡Pero es el día del padre!- ha contestado con un tono compuesto a partes iguales de indignación, amenaza y lloriqueo.
– Por eso, es fiesta: San José.

Supongo que me miraba a través de las gafas de sol, pero no podía verle los ojos, sólo su boca, que se abría y se cerraba como si quisiera hablar y no pudiera.

– ¿Te encuentras bien?
– ¡De puta madre, chaval!- ha sonreído dándome un golpe de colega en el antebrazo- Que pases buen día. Bonito perro.

Y, tras acariciarle la cabezota a Perro, el señor Borroso se ha alejado de mí andando de manera vehemente. Como quien quiere despejar cualquier duda sobre su hombría.

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Él ha enviado un documento a imprimir, uno de esos correos que no se sabe su procedencia, esos que él tanto custodia, que arranca de mis manos justo al salir de la impresora, pero,la impresora acaba de estropearse y, no hay manera de ponerla en funcionamiento,él,desespera pues ansía recuperar ese documento para poder llevárselo consigo…después de varios intentos fallidos,no se consigue nada y habrá que esperar a mañana.Justo antes de marcharme,la impresora, milagrosamente recuperó funcionalidad y,despachó cada uno de los documentos almacenados en su memoria,entre ellos,el de él.Mi curiosidad era tal que pudo con mi discreción y,
tuve sin mas remedio la necesidad de mirar y aun más,de leer ese correo que le había llegado unas horas atrás, justo mientras él estaba en la biblioteca.Cual fue mi asombro al observar que era él mismo quien se enviaba los correos,satisfaciendo de esta manera su necesidad de ser correspondido,su necesidad de no sentirse solo y abandonado.Él había elaborado cuidadosamente el contenido del correo ese día,se había inventado bonitas palabras que le llegaban de ella,a través de su delirio…palabras que sostenían su existencia…estas decían;mi amor,mi único
amor,te siento a mi lado a mi despertar,después de haber estado compartiendo la noche y mis sueños,sin que hallamos estado juntos,lo hemos estado en alma,te respiro,te huelo a mil leguas…tiemblo solo de pensar,en los momentos reales
que nos queda por compartir…esos momentos de fusión y amalgama,esos en los que perdemos la identidad para convertirnos en un solo individuo,un solo ser.

Se eternizan las horas que hay de por medio hasta nuestra cita,aunque mi único consuelo es,saber que de esta manera se agudiza nuestro deseo…me muero por uno de tus besos, tus caricias…Mi amor,como siempre,nos vemos a la misma
hora en el mismo café…allí estaré.El resto del correo,
la parte que describía esos momentos autentica amalgama, decidí dejarles ahí,no inmiscuirme es esa intimidad que, solo con las primeras líneas y,a pesar del aspecto desagradable que él presenta,hubiese dado cualquier cosa, por ser ella.

Cuidadosamente,doblé el folio varias veces y, con pena y respeto, el respeto que él merece, me deshice de este.

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