por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto original: cedequack
Está harto de la vida del camino.
Cansado de despertar cada mañana y comenzar a andar sin saber por qué lo hace ni hacia dónde va.
Devora kilómetros para olvidar las gallinas que robó, las ovejas que mató por el placer de desahogar la maldita rabia, la puta soledad de perro sin amo, los pastos que destrozó revolcándose en ellos, los niños que mordió a su paso por los pueblos… Y sigue robando gallinas, matando ovejas por placer, destrozando pastos y mordiendo niños. En cada recodo del camino que queda a su espalda hay uno o varios hombres esperándole con la escopeta cargada.
No hay marcha atrás.
Los coches pasan rozándole, algunos tocan el claxon. Cuando vienen de frente les mira a los ojos delanteros para saber si va a morir. Cuando las máquinas de matar se hacen pequeñas en el horizonte, se pregunta para qué le dejan vivo, por qué ninguno pone fin a su penitencia.
Le gustaría que le atropellara un Mercedes.
Pero está seguro de que le arrollará un camión de gran tonelaje y de él sólo quedará una silueta en el asfalto que borrarán la lluvia, el sol, los coches y los hombres del alquitrán.
Cuando se cruza con otros perros vagabundos como él, deja que hablen. Todos son personajes, todos tienen una buena historia que contar- la soledad les lleva a rumiar demasiado-, todos quieren perdurar en el recuerdo de un desconocido porque no tienen nadie que les quiera.
Él no cuenta gran cosa.
Sabe que no podrán recordarle.
Sabe que, cuando se despidan, el desconocido se adentrará en el lugar de sus crímenes y recibirá la salva de bienvenida de la que él acaba de escapar. Mientras el otro habla y habla, se dice que en la vida siempre pagan justos por pecadores. Y a él no le parece ni bien ni mal, acepta la cuestión con aburrimiento de sopa que se ha quedado fría.
Hace mucho que dejó de sentir compasión.
Todo el mundo tiene una biografía, se dice sin detenerse a mirar los cadáveres de los perros atropellados en la carretera, la vida es dura.
0 respuestas a «Perro de carretera»
el perro callejero envidia al perro con dueño, y éste la libertad del callejero