El socialismo nos adocena.
El capitalismo salvaje nos convierte en animales.
Nuestra naturaleza es depredadora y nuestra sangre caliente. A grandes depresiones económicas, grandes guerras.
Quienes antes jamás hablaban de política, hoy se paran a charlar conmigo para ilustrarme sobre lo muy hartos que están de la banca, de la política, del Estado. Hoy, lo que ayer eran pacíficos ciudadanos que jamás se metían en política y votaban siempre al mismo- da igual el partido-, se están convirtiendo en antisistema.
Hay rabia en el ambiente.
Cada día, un amigo que no se lo esperaba va al paro o, si es autónomo, acumula impagados de los clientes y se plantea darse de baja en la Seguridad Social porque sus hijos tienen que comer.
Cada día, personas cabales y pacifistas me confiesan algo que nunca hubiera sospechado oír de sus labios.
– Si pusieran una buena bomba en el Banco de España y todos los Ministerios, ya verías si iban a hacer caso al pueblo o no- me dice alguien que se siente expulsado de la clase media.
– El problema es que ponen las bombas en los sitios equivocados- masculla otro amigo que ha llegado a la clase media después de los veinte.
– Si secuestraran a la hija de Botín, por ejemplo ¿nos quejaríamos alguno?- me dice el amigo que siempre se ha confesado fascista- Nos parecería de perlas a todos.
– No- contesto- , nos encantaría a todos. Una mujer de cada familia de banqueros, sería precioso. Pero es un operativo muy caro.
– …y que dejaran una pancarta bien grande: esta bomba ha sido para que los alcaldes no puedan subirse el sueldo más del IPC…- concluye soñador el que vive en un pueblo sigue de cerca la política municipal.
Y ninguno olvida añadir: y conste que yo no soy partidiario de la violencia, pero…
Pero no se puede hacer una tortilla sin huevos.
Hoy A- partidiario de bombas en los sitios adecuados- le decía a B- partidiario de los secuestros mediáticos- que él no creía que la sangre fuera a llegar al río, y B le contestó:
¿Qué no? Espérate a que no podamos pagar las casas, que nos exijan impuestos que nos impidan dar de comer a nuestros hijos. Que perdamos el miedo porque ya no tengamos nada que perder. Que el banco venga a cobrarte y le digas: no te pago y no te pago. Y la próxima vez que vengas a pagarme, te mato y si hace falta, me mato yo.
Imagínate: dos millones de familias atrincheradas en sus casas, armadas, esperando a la policía judicial o quien quiera que sea que va a ejecutar un desahucio para los bancos. La policía podría disparar a la primera familia. A la segunda. A la tercera.
¿Dispararía a la cuarta?