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El deseo y la muerte

por puritointelecto
(pincha y lee: es sólo musica)

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=DnU3Isc00yc&hl=es&fs=1]

El guitarrista prohibido Deriva y yo hablábamos mucho sobre la muerte.

Anda, “ir” a hablar de eso a otro lado, pájaros de mal agüero, nos decían su novia y mi hombre.

El sexo es un acto contra la muerte. Casi todos los hombres, cuando están a punto de morir, sienten el deseo de acostarse con una mujer. Aunque no puedan con su alma, aunque estén sondados, aunque lleven un respirador y pañales, aunque estén drogados y atados a la cama, despiertan unos segundos para agarrar por la muñeca a la primera mujer que vean .
– Anda, ven, que te hago un hijo para no dejarte solita.
– Pero Manolo hombre, que tenemos nietos.

Cuando el moreno de verde luna y yo estábamos juntos, la vida parecía afinarse y el aire vibraba entre nosotros como si alguien hubiera rasgueado cuerdas de guitarra. A nadie le pasaba desapercibido que, en cuanto teníamos oportunidad, Deriva y yo hacíamos un aparte. Éramos conscientes de que nos dirigíamos al mismo puerto, él haciendo honor a su nombre y yo con cartas de navegación.

– Estos dos, que tienen una conexión intelectual… Míralos, todo el día hablando de la muerte. Artistas, ya se sabe…-

Hablábamos sin dejar de mirarnos a los ojos. Yo veía cómo se iba iluminando él, todos veían como me iba iluminando yo. Hablábamos de la muerte porque no podíamos quitarnos la ropa y empezar a devorarnos, hablábamos de la muerte casi marcando el ritmo con las caderas, yo me abría toda para recibir su indemostrable semen, nos corríamos a la vez y él me hacía su hijo: estas líneas. Y las que escribí. Y las que todavía escribiré sobre él.

– Bueno ¿qué? ¿Habéis terminado ya de arreglar el mundo? Que tenéis que hacer la paella.

Deriva me tocaba mucho, me cogía por la cintura, me susurraba al oído, ponía sus manos sobre cada parcelita desnuda de mi piel, nos frotábamos en cada rincón como sin querer, como si fuéramos inocentes.
Y los dos fingíamos que él no sabía lo que todo aquello provocaba en mí.
Yo rabiaba de deseo.
E intuía que eso era lo que él deseaba.
Que no necesitaba más.
Que se estaba probando porque yo era una pieza difícil cazar.

Dejó a la novia, como a todas, tuvo otra novia, y otra y otra, sin que eso cambiara nada entre nosotros. Una noche que vino a cenar, mientras mi hombre dormía frente al televisor aburrido por una conversación que no le interesaba, Deriva me dijo clavándome los ojos hasta el clítoris pasando por el corazón: yo creo que cuando uno muere, piensa en los polvos que no ha echado.

Órdago a la grande.
Deseé mandarlo todo a la mierda, inclinar mi cuerpo hacia el suyo y comerle la boca por listo, por guapo, porque estaba enamorada de él después de tantos años de asedio.
Pero me había dado demasiadas pistas.

Yo no quería acostarme con él y que me olvidara, como a todas las anteriores.
Quería que pensara en mí antes de dejar este perro mundo.

– Pues yo creo que uno piensa en los polvos que sí ha echado, en el mejor de todos- contesté-. Yo me voy a la cama. Cuando te acuestes- dije señalando a mi legítimo dueño-, despierta a éste.

0 respuestas a «El deseo y la muerte»

«Casi todos los hombres, cuando están a punto de morir, sienten el deseo de acostarse con una mujer».

Por curiosidad; ¿sólo los hombres o también las mujeres, que es lo que a mí me interesa? ¿o es sólo ficción?

Saludos,

Alicia XX

FANTÁSTICO!!!!!!!!!!El deseo y la muerte» es un relato que rebalsa sensualidad en imágenes cuasi Lorquianas y de realidades cotidianas.Me fascinó el clima, quizás… alguna semejanza en mi vida…!Susana.

Que yo sepa, sólo a los hombres. No he oído hablar de casos de mujeres, aunque supongo que alguna habrá. Pero es el hombre el que siente la necesidad (sano o moribundo) de depositar su semilla cuantas veces -y en cuantas más hembras- pueda.

Estupendo relato,Puritointelecto.
Yo siempre he rezado al Angel de la Buena Muerte para que se me lleve durante un buen orgasmo.

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