De la gloriosa época de la fotografía en papel dan fe los muchos álbumes de fotos que hay en las estanterías de la entrada de casa. Y, aunque suelen estar cubiertos de polvo, las pocas veces que los vuelvo a hojear me reconozco en la niña, la bollycao, la mujer, la joven madre que aparece en ellas, porque me resultan familiares, y, a fuerza de tenerlas conmigo, el momento en que fueron tomadas sigue siendo bastante vívido.
Pero Internet propicia los más extraños reencuentros: antiguas amistades de pupitre, compañeros de viaje que se enrolaron en barcos diferentes, novios de cuando tenía hora de llegar a casa… personas que se fueron diluyendo en la vida como un azucarillo en un café caliente. Y ahora me envían fotos escaneadas del pasado, en ellas yo soy una chica de buen ver a la que apenas conozco: ¿quién hizo esa foto en la que nos abrazamos tú y yo?¿dónde estábamos?¿qué habíamos hecho ese día?¿qué era lo que me gustaba tanto de ti?¿por qué nos amábamos con tanta pasión?¿por qué dejamos de querernos? En algunas ocasiones, la fotografía refleja una pareja enamorada, y hoy, muchos años después de que se cayera esa venda del amor- siempre hay otras-, miro a esa chavala con cierta suficiencia: si ella hubiera sabido la vida tan intensa que le esperaba… Porque es ella, no soy yo. Del mismo modo que, dentro de veinte años- si vivo-, la yo que pudiera haber aparecido en una fotografía que me hubieran hecho hoy, será ella.
La fotografía que alegra este artículo fue mi favorita durante mucho tiempo.
En ella tengo quince años, la edad que tiene ahora mi primogénito, ese párvulo de la vida.
Debí dársela a mi primer gran amor como prueba de fidelidad eterna o alguna ingenuidad semejante. Y hace unos días él me la mandó por correo electrónico. Yo tengo las demás de ese carrete. En esta foto soplaba el viento de manera favorecedora, la arena interrumpe mis pasos para hacerme parecer más alta, la espuma del mar me piropea…parezco una mujercita peligrosa. En las otras estoy haciendo el pino o enterrando a mis primos en la arena, en las otras sólo soy una niña más.
Le digo a mi hijo que se acerque ver la pinta que tenía yo a su edad, se inclina sobre la pantalla del ordenador y, por primera vez, no dice: qué friki.
– Jo, mami, ahí todavía no te había salido la lorza.
0 respuestas a «fotografías del pasado»
Impresión ante la foto: ¡Jarl!
Reflexión ante la historia: ¿Y el tipo guardó la foto todos estos años?
TODOS han guardado mis fotos todos estos años. ¿Qué te parece? jejeje
Mientras «la arena interrumpe tus pasos», la emulsión de plata, el tiempo. En ella, el horizonte se inclina a tu paso y el mar estalla para acariciarte. Debes ser todavía muy linda.
Como para no guardar la foto de una chica tan guapa !!!! AMOSHOMBRE !!
no importa lac chica sino la calidad de la foto grafia
Paolo, permíteme discrepar. Tendría importancia la calidad de la fotografía si el texto hablara del arte fotográfico o del fotógrafo que la hizo. Pero el texto habla del paso del tiempo, de envejecer. La autora quería compartir la sensación que le produce encontrar fotografías del pasado, y esa sensación es independiente de la calidad de la fotografía.