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No olvidéis poner el zapato

Por Mamá
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Por fin he conseguido que se fueran a la cama.
Aunque saben hace años que los Reyes soy yo, aunque prácticamente nada de lo que van a recibir es sorpresa, se ponen nerviosos como si de verdad fueran a venir tres tíos en camello a cumplir sus fantasías.

A la hora de la cabalgata del pueblo me fui a comprar leña a quince kilómetros, en mitad del campo. Pasé por otra población, justo antes de que las luces de los municipales anunciaran la cabalgata.

En las aceras, familias enteras, niños, muchos niños, muchas personas (inmigrantes y españolas) con bolsas vacías para hacer acopio de chuches. Yo también acudía a las cabalgatas con mis hijos cuando eran pequeños, también su padre empujaba entonces el carrito de la pequeña o la cogía a hombros para que no perdiera detalle, también me llenaba los bolsillos de caramelos, también me emocionaba hasta la lágrima viendo sus caritas ilusionadas…

Cada etapa de la vida tiene su encanto.
Ahora mis hijos no irían conmigo a una cabalgata ni atados, no vaya a ser que sus amigos se enteren de que tienen madre (ya todos saben que no tienen padre que les avergüence caminando junto a ellos ¿quién no ha pasado por la edad del pavo?), pero tampoco se sentirán decepcionados si los Reyes no traen todas las barbaridades que se te ocurre pedir cuando tienes 7 años, ni estarán lamentándose de que a Fulanito, que ha suspendido siete, los Reyes le han traído una bici, una consola, tres videos juegos y una sudadera de marca que vale más que todo lo que han recibido ellos. Al contrario: se alegrarán, y mucho, con cada paquete que abran, por poco que haya costado.
Porque ellos comprenden el milagro de los tres Magos.

Y ahora yo tengo que dejar de escribir y ponerles los regalos bajo su calzado más preciado: él, las botas de fútbol. Ella, las zapatillas de baloncesto.

Que los Reyes os traigan muchas cosas.

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Ayer llevé a mi niña a la cabalgata del pueblo donde va al cole. Me la llevé con cuatro amiguitas más. Algunos de los papás no fueron, (otros esperaron en el bar). Casi llenan una bolsa de caramelos. Después jugaron mucho, mientras llegaba el momento de ir a la cama. Se acostaron y se levantaron con lo mejor que tenemos los humanos en esta vida, ilusión y esperanza. En su caso, ilusión y esperanza en los Reyes.
Mi hija me preguntó ayer: «mamá, finalmente que les pides a los Reyes?». «Un inquilino solvente, trabajo estable, una editorial distribuidora con pasta para publicar mi ensayo-recetario gastronómico». Mi hija me respondió: «mamá, eso no lo traen los Reyes. ¿No te acuerdas del año pasado?»
Hoy ha estado todo el día con cierto halo de tristeza. Finalmente, cuando iba a la cama me lo ha confesado: «mamá, estoy enfadada con los Reyes. Les eché una carta sorpresa sin decírtelo, dónde les pedía unas gafitas nuevas de color violeta para ti. No te las han traído».

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