Montera, anoche

Miguel Pérez de Lema

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Yo venía con el niño, de comprarle un cuento en la Casa del Libro y mirar escaparates por Preciados, y me topé en Sol con estos «chicos de la gasolina» en versión mesetaria. Lo único que saqué en claro fue la impresión de que aquello no era ni mucho menos un brote de champiñones tras la lluvia. Estaba muy bien organizado, con sus pancartillas y sus consignas «policía asesina» y «muerte al Estado», gritaba la chavalería. Técnicamente no parece muy afortunado el efecto retórico de acusar en la primera frase de algo y amenazar en la segunda con hacer lo mismo. Pero ya irán cogiendo práctica, porque para mí que esto se va a repetir. Es el café para todos del mapa autonómico, elevado ahora a escala europea. Borrokas sin fronteras, tron.

Me acordé de aquellas huelgas estúpidas de estudiantes en que íbamos a tirar litronas a la casa del reloj, aquí mismo, tiempo ha. No tengo ni puñetera idea de por qué eran aquellas manifestaciones en que los chicos bien bajábamos del barrio a juntarnos con el cojo Mantecas. Sólo las recuerdo como mi bautismo alcohólico, y el de mis compañeros de pupitre. Esto ya va siendo una tradición madrileña, aunque ya digo que a estos se les veía como muy preparados y poco espontáneos.

Por suerte el niño ni se enteró. Es pronto para él. Los embozados de ayer le parecieron unos frikis como todos los frikis que se ponen en Sol a dar la plasta: los evangélicos, los maestrillos en huelga, los anti taurinos, las loteras, los tullidos, los quejosos de los domingos, los de los sábados, los mimos satánicos…

Ya veremos, dijo un ciego.