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Cara filete

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(Imagen en su contexto original en alrincon)

Miguel Pérez de Lema

Algunos dirán que estos son los hijos de la Logse. Yo no sé. Creo que lumpen ha habido siempre, lo que cambia es que ahora tenemos Internet para mirar con el ojo de Dios por todas las rendijas. Igual dirán que lo que cambia es que son ellas las navajeras, pero Próspero Mérimé ya narró un drama con mimbres similares hace muchos años sobre una cigarrera sevillana.

Reto a cualquier escritor a dar una cantidad mayor de información y fulgor estético -el feísmo y el hiperrealismo son también estética- en una cuartilla. En estas líneas está todo. Puedo imaginar sus caras, sus nombres, su barrio lamentable, su extracción desesperada, su gorrilla de lado, sus tatuajes.

Aquí sí que hay una tragedia. Cara filete.

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Está todo. Aunque quizás quien lo ha escrito nunca sabría darle nombre. Pero ahí están el amor, el odio, los celos, la esperanza, la desesperación… En estado puro, sin adornos. Duele, conmueve, hiere… Se trata de la lucha por la supervivencia, como hacemos todos, cada uno a su manera.
Me hace gracia que el texto empezaba con un correcto “Hola” que fue tachado y sustituido por ese “Olle” imperativo, mucho más directo y sin florituras, que obliga a seguir leyendo.
Me pregunto si la otra habrá sido “lo bastante mujer” como para llamarla a “eso” de las cinco de la tarde (detalle poético-taurino del escrito).

No me río, tengo la piel de gallina por haberme asomado al abismo, de ver cómo otros viven las mismas cosas que yo de un modo tan diferente, o no…

¡Ay!

A mí este tipo de textos me provoca una desazón que me plantea lo muy necios que somos los literatos, los que escribimos o pretendemos hacerlo, los que mucho leemos y entendemos poco, los que mucho hablamos para decir bobadas, la caterva entera de quienes, sin cometer faltas de ortografía, jamás lograremos la efectividad comunicativa que este texto logra en pocas líneas; líneas no de tinta, sino de mala leche, renglones de agria realidad genuina y auténtica.

Después de esto, ¿qué cabe añadir, salvo agradecer a MPL este descubrimiento?

Apaga y vámonos.

Pobre mujer. Al margen de las faltas ortográficas y la rabia, la carta destila una inocencia enternecedora. Propia de una mujer que no ha aprendido el abc de la vida, quizá una mujer demasiado joven para saber que, si el «nobio» tuviera el más mínimo interés en ella y en su hijo, la carta nunca habría sido necesaria.

¿Os imagináis cuál habrá sido la reacción del tipo cuando la novia le haya enseñado las amenazadoras letras que le envía su amante?
Que le echen un galgo.

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