por Pedro Lluch, desde Dubai
Fotografía en contexto original: taringa
Paso el día encerrado en un despacho tratando de ayudar a un project manager con sobrepeso que quiere colocar nuestros productos en las promociones inmobiliarias que aquí, en Dubai, florecen como amapolas en primavera.
El tipo maneja tres teléfonos simultáneamente, coordina varios despachos con assistants de ambos sexos y de diferentes continentes (indios de chocolate, árabes levantinos y un becario escocés con cara de resaca congénita), y mueve los legajos con las RfQ (Requests for Quotation: consultas) de un lado al otro de la mesa. El papeleo es una marea que se come el teclado del ordenador, que se mueve sola al descolgar el auricular del teléfono, que cubre las pilas de carpetas de catálogos y que él trata de contener usando muestras comerciales a modo de pisapapeles. Entretanto no le quita ojo al correo entrante. Pide cafés (qawhua: corto y espeso café aromatizado al cardamono, como se estila en estas tierras y que saboreo con sorbitos de señorita) y el suyo se pierde entre papeles; luego se quejará que está frío. Pide otro. Se abre la puerta, entra un ayudante con papeles para que les dé el visto bueno, rápida mirada, una enmienda, un ok, unas instrucciones. Dos minutos conmigo. Luego otra llamada. Y un correo entrante que requiere respuesta inmediata. Responde al teléfono exigiendo respuestas. Le traen otro café que también se enfriará. Un colega viene a contarle una visita comercial. Otro le trae un nuevo proyecto que se acumula encima de los otros. Yo le apunto unos precios subrayando que son EUR FOB BCN y las condiciones habituales de pago en un post-it que grapa junto con mi tarjeta a la portada de mi catálogo (que se sumará, lo sé, mañana, a la pila de catálogos que tiene detrás de la mesa).
A ratos da un grito por la puerta (Mahmoud! Darwush! Scottie! Saima!) y uno tras otro van apareciendo los llamados por su voz poderosa y desaparecen con un dossier de vuelta a sus cubículos.
A las cuatro de la tarde se muestra cansado. Le descubro un tic nervioso que le pinza la comisura de los ojos cada pocos minutos, son ráfagas de cansancio. Desde las siete y media, ha estado dando lo mejor de si mismo a la compañía. Y yo, desde las nueve, he estado con él, mirándole, procurando ayudarle (en beneficio de la mía). No hemos comido. Él ha llegado a las siete y media; casi diez horas después se retira a casa. Me lleva al hotel. No está en condiciones de cenar conmigo. Se queja de un zumbido en el oído. Me cuenta que padeció un ictus hace veinte meses, que temía no poder volver al trabajo.
Al día siguiente nos encontraremos de nuevo: iremos a ver a los contratistas, en los construction sites que rodean la ciudad. Seguiré asistiendo al trajín de sus días. Me compadeceré de él y de su fatua felicidad cuando menciona los miles de pisos, las villas a centenares, los hoteles, los barrios enteros de cuyos proyectos de construcción se encarga. Números. Grandes números: 16.000 conjuntos de lavabo. 6.500 cocinas. 37.000 llaves de paso. Por no hablar de las hectáreas cuadradas de cerámica, los kilómetros lineales de zócalos, las toneladas de accesorios de baño, contenedores high-cube de loza sanitaria… Cifras colosales. Un cliente le grita al teléfono. Oigo los gritos, aparta el teléfono de la oreja; me mira desolado; al colgar, llama a uno de los suyos y le instruye para que vaya inmediatamente a concretar el tema y resolverlo. Le espera otro dossier en el despacho, le dicen.
La construcción en Dubailand no cesa. Nuevos barrios. Nuevas promociones, parques temáticos, complejos hoteleros… La crisis actual está haciendo que los promotores aprieten un poco más a los instaladores, y éstos a los distribuidores, y éstos aprietan a los fabricantes. Usual business, a pesar de la crisis. Desde luego, aquí no se ha producido un parón, ni parece que la burbuja inmobiliaria vaya a estallar. Pero ya se sabe: el estallido es repentino, sin aviso previo.
Si un día el parón ocurre, mi interlocutor estresado podrá descansar. Y tomando perspectiva, podrá preguntarse para qué tantos afanes. Quizás estas reflexiones las haga en su pueblo a las afueras de Damasco, donde nació, a la sombra de una higuera, viendo ponerse el sol y recordando la modernidad estresante, exigente y vana de esta tierra emiratí que ahora le acoge, tan diferente del mundo rural de donde salió, en las huertas damascenas, que a ratos, en breves momentos de debilidad (en la tranquilidad del coche, cuando me devuelve al hotel y él se retira hacia su casa), dice añorar.
Llego al hotel. Conecto el PC. Me bajo el correo, atiendo urgencias, preparo el próximo viaje, confirmo detalles con el equipo que está en China, solicito ofertas, pido catálogos, preparo consultas. Me llama el jefe para comentar el día. Escribo una postal a mis niñas. Veo las noticias. Me ducho. Sigo respondiendo al correo.
Cuando me meto en la cama pienso en el sirio con quien he pasado el día. Me imagino que estoy sentado a su lado, bajo la higuera, en esa huerta de su padre de la que me ha hablado, a las afueras de Damasco. Y sueño que me pregunta: Si tú viste mi trajín, mi locura, el sinsentido de mis afanes, ¿cómo es que hacías lo mismo? No le contesto, estoy muy ocupado haciendo no sé qué. Y suena el despertador.
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Sale hoy en el salmón de El Mundo un interesante reportaje sobre la burbuja inmobiliaria en Dubai. Cuenta que los de la Palmera han parado la obra a ver si escampa.
No sé si estará en la edición de Internet.
Nakheel, la promotora auspiciada por el Emir, ha parado (temporalmente) partes del desarrollo de The Deira Palm, no The Palm. Deira Palm es siete veces más grande que The Palm. En este viaje he estado visitando The Palm, que es el objetivo que tenía; sí que he podido descubrir algunos indicios que dejan entender que están recortando algunos gastos.
Un dato que me impresionó: El Emirato de Dubai naturalmente dispone de 72km de costa. Con los proyectos de Nakheel (The Palm, Deira Palm, The Reef, The World…) van a disponer de mil kilómetros de costa (urbanizable, claro…).
Todo es tan grandioso, tan inhumano, tan voraz…
Da miedo.
(Con lo bien que se está a la sombra de la higuera…)
Pedro,
Te felicito a la distancia. Muy buena tu pincelada sobre «Bussiness as usual» me agrada tu narrativa y poder de observacion. A mi modo de ver desde tan lejos y con un clima templado que ve nacer una primavera radiante y hermosa pienso que algo debera ir paulatinamente moderandose por esos lares debido que el barril de petroleo ha tenido un circunstancial y violento bajon, en todo caso el chorro de dinero igual continua y deben forzosamente invertirlo ya que los bancos no tienen capacidad para manejar tanto dinero y menos pagar intereses y muchos estan muy volatiles e inseguros.
De tal forma que tienes para rato ……..en esas tierras.
Me preguntaba si instalan «Trituradores de Alimentos Organicos en sus lavaplatos». Si sus construcciones son tan modernas y ecologicas, a lo mejor podrias anexar un nuevo producto y hacerte rico….piensa solo en 6.500 cocinas…. hasta podrias hacer
feliz al sirio y comprarle la parcela con una higuera donde el quiera para su vejez. Chauuuuuuuuuuuuuuuuuuu
Esto no es Dubai ni peleo en promociones inmobiliarias. Nadie me trae un café tras otro para que se enfríen sobre mi mesa atiborrada, he de sacarlos yo de la máquina cuando localizo 50 Cts (menudo robo, mecachis!) mientras atiendo el móvil.
No me espera una higuera en zona rural, ni tuve un Ictus (¡TG!)
¿Pq tu project manager me ha recordado tanto a mi misma demasiado a menudo?
Fa fastic…