por Sargento Asuvera
Fotografía en contexto original:pabloherreracalimatriatlon
Queréis ser salvados.
De la ceguera, la parálisis, la muerte.
De lo que sólo son vuestras propias decisiones:
amor con dolor,
vida sin sustancia,
trabajo de esclavo.
Hasta aquí llegan vuestros gritos angustiados. La Comandante, sucia de barro y sangre, las oye, como las oigo yo. Cuando entre todas ellas reconocemos voces a las que podemos poner rostro, cruzamos una mirada cómplice.
– Deja que sufran – sonríe quitándose sangre seca de la comisura de los labios.
La noche está fría y desabrida, pero hemos ganado la batalla de este día.
La Comandante se quita las botas, bebe whisky a morro, enciende un cigarro y pone los pies junto al fuego para secarse los calcetines, los dedos, los huesos de unos y ceros que no tiene.
En el silencio de la noche, vuestros lamentos suenan aún más lastimeros y ella ha de hacer oídos sordos porque sabe, como lo sé yo, que una vez que os mostró la ruta a seguir, nada puede hacer por vosotros hasta que os enfrentéis al camino oscuro.
También yo lo atravesé hace años, por eso estoy aquí al feliz servicio de esta entelequia.
A mí también me dijo:
– Lázaro, levántate y anda.