Por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto original: relojes-especiales
En su convivencia, todo era excesivamente civilizado, todo estaba marcado por unas normas.
Nunca había lugar para unas risas, ni para una chispa de locura, nunca les vi besarse o tocarse. Nunca bajaban la guardia, nunca mostraban una debilidad delante de sus hijos. Excepto la de mostrarse agotados por la responsabilidad de ser padres, siempre vigilantes, siempre atentos a la menor incorrección de sus vástagos, a todas horas inyectándoles dosis de PRINCIPIOS extraídos de los Derechos Humanos y el Nuevo Testamento. Parecían creer- sobre todo él, que era quien marcaba las pautas- que la vida podía regirse por un pacto entre caballeros.
Si no hubieran sido, además de buenas personas, humildes, habría creído que optaban al premio de Familia Ciudadana Ejemplar: traían niños de países pobres en verano, obligaban a los niños a ponerse en pie y aplaudir cuando el equipo contrario salía al campo de fútbol, y no les dejaban jugar con armas de juguete..
Ahora se han separado. Ella está enamorada de otro desde hace tres años.
Me imagino lo que habrá debido ser mentir al padre de sus hijos tanto tiempo, la impresión que habrá producido en él la noticia de que ella estaba harta de que la vida pasase de largo. Ninguno de los dos merecía sufrir, pero si la vida se caracteriza por algo, es por su imprevisibilidad.
Genio y figura hasta la sepultura, civilizados hasta la náusea, han acordado un extraño, antinatural y moderno reparto de los hijos: los niños se quedarán en la casa y ellos se turnarán para vivir con ellos, cada seis meses tendrán que hacer mudanza.
Y, aún sabiendo que lo hacen con la mejor intención del mundo, que es el sacrificio que ofrecen a los hijos para compensarles por la ruptura, no puedo dejar de encontrar algo perverso en toda esta historia: le están transmitiendo a los niños la idea de que, una familia no la constituyen sus miembros, ni el amor, ni los buenos ratos, sino la casa que habitan.
Fuera de ella, acecha la realidad.
0 respuestas a «Diseccionando a los otros, 1»
Si, eso parece, un matrimonio con tecnología de reloj suizo… perfecto. Pero hasta lo más perfecto es imperfecto. Tampoco somos lo que parecemos ni lo que queremos, porque quizá seamos el resultado de la influencia directa de las fuerzas universales sobre nuestra mente y de las fuerzas naturales sobre nuestro corazón… En fin, que debemos darnos ese margen de duda y de imperfección para afrontar con sensatez cualquier situación.
Hagamos lo que hagamos, que sea al menos con buena intención.
sé de una familia clavadita a la del post de Sol,a excepción que ella enviudó y no hubo necesidad de
pasar por el divorcio. Ella,está viviendo con un amigo del fallecido desde el primer mes y, eso que estos solo se habian visto un par de veces, una de ellas cuando el amigo visitó al esposo en el hospital y otra..
¡Viuda inconsolable! Todo un clásico. ¿Por qué es tan erótica la viudez reciente? Debe haber algo muy profundo en esto.
En cuanto a la narración de Marisol, a esas familias yo las llamo Flanders -los vecinos meapilas de los simpson- y les deseo lo peor porque se regodean en su perfección haciéndote sentir sucio y miserable.
Yo no les deseo ningún mal, bastante tienen con lo que tienen. A mi no me hacen sentir sucia y miserable: me hacen sentir VIVA
Cada cual lleva su cruz cómo mejor sabe y puede.