por artistadesconocida
Fotografía en contexto original: clio
Díaz Ferrán, presidente de la CEOE, dijo el otro día en una entrevista que habría que hacer un “paréntesis” en la economía de libre mercado. (Pedro Lluch referencia en su último artículo a uno de los ríos de tinta que tales declaraciones provocaron).
Como ya comenté en el primer texto de esta serie, mi padre fue empresario toda su vida, y no siempre las cosas fueron bien. Allá por 1980, España atravesó por una gran crisis. Los que tengáis edad, quizá recordéis cuántas empresas fueron a la quiebra entonces: las colas del paro eran similares a las que ahora vuelven a verse, y rara era la casa en la que no había uno o más parados. En todas partes se oía hablar, como ahora, de la crisis. Las grandes empresas dejaron de pagar a las medianas, éstas a las pequeñas y así sucesivamente.
Ningún Estado vino a auxiliarnos, ni nadie esperaba que lo hiciera: así es la economía de libre mercado, señores.
Mis padres practicaron entonces economía de supervivencia, tiraron de lo que habían ahorrado- entonces la gente ahorraba- y nos hartamos de lentejas, cerdo y pollo. Mi padre, que entonces tenía 49 años, volvió a empezar un año después otra vez de cero, ayudado por las mismas grandes empresas que le habían llevado a la quiebra: le financiaron el material que necesitaba para empezar a trabajar.
Entonces, si uno era trabajador y honrado, podía contar con que los clientes se ofrecieran a arrimar el hombro y salir todos juntos de la crisis. Y él volvió a contratar a los hombres que habían trabajado y crecido con él, hombres que, a su muerte, estuvieron presentes en el tanatorio y el cementerio para darle el último adiós.
Entonces, empresarios eran los hombres que generaban riqueza, puestos de trabajo y producían bienes. Hombres valientes y honrados a los que no se les habría ocurrido pedir auxilio a los contribuyentes.
Seamos serios. Plantémonos ante el morrazo de estos mal llamados empresarios que viven de “poner a trabajar el dinero” en lugar de arrimar el hombro.
0 respuestas a «El dinero y yo, 2»
Algo no funciona bien, cuando los empresarios se convierten en banqueros y… los banqueros en dioses.