por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto digital: matiasm
Desde que comenzamos la promoción de Seduciendo a dios , el blog y la página de la editorial van lentos y están dando problemas.
Los informáticos han descubierto que alguien se introduce en el servidor para desconfigurar todo lo que puede y hacer el mayor daño posible.
Sabemos quién es.
Formó parte de este equipo hace años, cuando estábamos desarrollando el proyecto del Ejército del Futuro, e incluso intentó- sin éxito- formar parte de mi vida. Durante los primeros meses, fue muy eficaz y se dedicó a granjearse la amistad de todos. Pero una vez que se sintió miembro de hecho de Proscritos, intentó eregirse en jefe, comenzó a sembrar la cizaña entre nosotros y a intentar librarse de quienes gozaban desde hacía años de toda mi confianza, como si tuviera celos de ellos … La convivencia profesional con él era una pesadilla, y nuestros caminos no tardaron en discurrir por caminos paralelos. Durante más de un año, no volví a saber nada de su vida.
Hace unos meses, cuando por fin estábamos acabando de dar forma a Seduciendo a dios , volvió a intentar ponerse en contacto conmigo. Pero no tuvo valor para hacerlo directamente y habló con terceros para que me transmitieran sus deseos de recuperar las amistades. No le envié el recado que esperaba, y di por hecho que dejaría de perder el tiempo. Pero me mandó una invitación para que me uniera a su club de amigos en Internet, a la que no me molesté en contestar. Una vez que mi instinto de supervivencia me avisa de que alguien es peligroso para mí o para los míos, no volverá a sentarse a mi mesa.
Hace unos días, cuando Proscritos LaEditorial se presentó al mundo de manera oficial, volvió a enviarme otra invitación, que tampoco contesté. Y las páginas comenzaron a dar problemas.
Nunca he entendido el rencor, esa estúpida pérdida de energía, ese inútil veneno que nubla la vista y desgarra el corazón de quien lo anida.
Me pregunto si no se da cuenta de que hace el ridículo, que sus esfuerzos para hacerme daño, por perjudicar un proyecto que ya existía antes de él y que sin él se ha llevado a cabo, sólo acaban siendo objeto de bromas en las reuniones proscritas a las que tanto le gustaría asistir y a las que jamás volverá a ser invitado.
Qué sentirá cuando se mire en el espejo.
Cuando lea estas líneas.
0 respuestas a «Ciberenemigos»
¿Estás completamente segura?
De ser así tendremos que tomarlo como una forma de admración (la envidia es sólo el lado oscuro de la admiración)
Aunque me cuesta creer que un hombre adulto pueda dedicarse a algo así. Resulta muy inquietante, y un poco cómico, como todo últimamente. Le doy vueltas hace tiempo a esta idea de que nos estamos (y nos están) puerilizando de la peor manera. En el gran hermano de este año salen tipos de 40 dando saltitos y haciendo manitas como si tuvieran 17. Y la forma de vestir, y el lenguaje…
Quizá a partir de ahora deberías hacer como la mantis religiosa, cuando termines con uno, le arrancas la cabeza y te evitas estas memeces.
Sí, también yo veo la envidia y un rencor infantil tras ello.
Es preocupante la cantidad de gente que no es capaz de enfrentarse a las cuestiones habituales de la vida con sentido común de adulto, y que utilizan tácticas de patio de colegio para salirse con la suya (que jamás logran).
En los últimos años he sido víctima de la admiración de varios descerebrados que pretendían conquistar mis favores (o los de Proscritos) haciendo todo el daño que podían. Ha habido incluso quien me ha asegurado que estaba robándome todos lo meses porque me echaba de menos, jajaja.
Tendré que seguir tu consejo y descabezarlos a todos.
son adictos, quizá, a las personalidades fuertes pero sin capacidad para estar a su altura, los hay por todas partes, yo me he encontrado con alguno.
Sin piedad Marisol, aunque también es cierto que la vida es corta para dedicarle tiempo a aquellos que no nos hacen felices.
(en cualquier caso no sienten demasiado Marisol)
Saludos
Ines
Y es que, ya lo decía Don Quijote: «Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo; pero el de la envidia no tal, sino disgusto, rencores y rabias».