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General Lecciones de la vida

The Wake

Por Inés Zarza
Fotografía en contexto original: peyoteria
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A Jaime Aguilar

The wake es la expresión inglesa para definir el velatorio, ese ritual nocturno en el que se acompaña a los muertos para asegurarse de que estén al otro lado. Literalmente, “wake” significa estar despierto, velando.

Estaba en un tren rumbo al pueblo de los veranos de mi infancia enredada en este pensamiento, la lingüística es efectiva para no enfrentarse a determinadas situaciones: desamores, preocupaciones económicas, o duelos.

También repasé si había apagado todas las luces, y recogido del lugar de la casa en el que guardo el valor, todo el que necesitaba para dar un último adiós a un hombre que conozco desde que tengo un año, el hombre que me dio el primer beso. Cuando alguien cercano se muere, aunque sea una muerte anunciada, al principio te quedas bloqueada, después te sobreviene un gran cansancio, y, luego, luego llegan las preguntas y los recuerdos. ¿Qué tiene que ser morirse con 43 años? Morir y saber que te mueres durante una larga enfermedad en la que todo se va desintegrando. No volver a sentir el sol en el cuello, ni el olor del café. No volver a soñar, ni coger una ola con el cuerpo. No padecer frío o miedo. No tener vértigo, o descongelar a toda pastilla pechugas de pollo en el microondas. No follar. No dudar de Dios. No andar descalzo, recibir un SMS, o estrenar un libro en tarde de lluvia. No acariciar la nuca de la persona amada. No emborracharse. No creer en la inmortalidad.

Durante el trayecto, me dediqué a contemplar unas viejas fotografías. En la primera, Jaime y yo tenemos 15 años y estamos disfrazados de 1900 para una fiesta en casa de unos parientes. Jaime era un hombre guapo, castaño, alto y de permanente sonrisa que le acompañó hasta el final, cuando se convirtió en su única aliada. Yo, vestida de negro y súper maquillada, sonrío a mi compañero y parezco la hermana pequeña de La Pantoja. En otra, Jaime está dentro de una piscina. La foto fue sacada con una de las cámaras sumergibles que se pusieron de moda en los 80, junto a Alaska y los Pegamoides y las hombreras. En mi favorita, aparecemos casi todos los amigos en una fiesta sorpresa por mi 21 cumpleaños. Jaime estuvo en la fiesta, aunque no sale en la foto. Fue también, el final de los veranos en pandilla. La vida separa los destinos durante largos trayectos.

Unas horas más tarde, cuando me descubro cenando en una mesa con todos los presentes en aquella Polaroid, recuerdo, de pronto, que había sido Jaime el fotógrafo y que, muy probablemente, también fuera el anfitrión de aquel encuentro, años más tarde entre viejos amigos. Entonces, aunque ya había pasado una semana desde su fallecimiento, iniciamos el wake como sólo podía ser entre nosotros; a toda máquina y en plenas fiestas del pueblo. A las seis de la mañana, tras una enloquecedora noche de risas, copas, bailoteo, todos, sin haber mencionado palabra, supimos que aquel era nuestro mejor y más sincero homenaje.

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Cocino un curry de pollo porque mañana tengo tropa en casa, tropa sedienta y hambrienta y en tiempos de crisis el pollo es solución socorrida, luego llegan las conversaciones literaria y el vino, mucho. Pero lo primero es lo primero. Hoy por la tarde he ido a una libreria amiga a dejar el Libro «Seduciendo a Dios» para que lo lean, que lo lean es suficiente. ( Argumento: es una obra colectiva, antisistema, radical, transformadora diferente bla bla bla) el librero acepta y me da las gracias, no en vano son extensísimas las cuentas de libros que mi familia (Ignacio et moi) consume al mes. Y supongo, en algún resquicio de mi ego furibundo, que confía en mi criterio. Luego he encuadernado un libro escrito y coordinado por un amigo director, productor, guionista, poeta, en fin; un artista. Mandaré una copia de su obra a un conocido periodista. Me siento bien. Me gusta el papel de intermediaria, me gusta que otros artes fluyan por mis venas y luego al mundo. Ese mundo que, a veces, no se entera.
Sencillamente estoy tremendamente viva en esta tarde de septiembre y el sol se cuela por las rendijas de mi casa nueva…..
Y te recuerdo Jaime, y brindo por tí este vino blanco que he abierto, supuestamente,para un curry que nunca necesitó vino blanco.

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