Categorías
General Lecciones de la vida

Sin cadenas

Por Hijadecristalero
sin-cadenas.JPG

Sus cachorros duermen.
Esta mañana han estado poniendo en sus habitaciones unas jarapas que les ha regalado una amiga. El invierno se presenta duro, la calefacción es cara, sobre todo cuando vives en una casa en la que ninguna ventana encaja del todo en su marco. Cubrir el suelo es una manera de paliar los efectos de la crisis.

La casa está en silencio, a excepción de la música que suena bajita en el ordenador.
Es la hora de tomar esa copita compañera, a la que dentro de unas semanas- y si tiene dinero para ello- habrá que acompañar con un fuego. Si no hay pasta, tendrá que alejar el ordenador de la ventana, para no dar diente con diente mientras escribe.

Al principio, cuando el padre de sus hijos les abandonó (a ellos, no a ella: llevaban medio años separados cuando él se borró de la faz de la tierra), le pareció una venganza rastrera. Y tuvo miedo de las responsabilidades que recaerían sobre sus hombros.

Dos años después, no encuentra que sus hijos sean peores que los demás chavales de su edad. Al contrario, probablemente sean más sabios que quienes tienen padre y madre y no saben la suerte que tienen.

La vida sería más cómoda si hubiera un hombre que pasara pensión a los niños y se encargara de ellos de vez en cuando.
Pero, si eso hubiera sucedido, ella no se habría atrevido a hacer tanto como ha hecho, no habría crecido tanto, no se sentiría tan fuerte. Y tendría que andar negociando con él sobre la educación, las vacaciones y demás zarandajas. Y los niños la chantajearían con lo que él les hubiera comprado o prometido, como hacen todos los hijos de separados.

Dos años después, escribiendo estas líneas, se siente peligrosamente libre.
Y es consciente de que esa libertad aleja a los hombres de ella.
Al amor.
Y no le importa.
Sólo espera que no sea contagioso.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *