por Inés Zarza
Fotografía en contexto original: comoloharias
“¡Adiós Franklin, pórtate bien!”, fueron las últimas palabras pronunciadas en nuestra casa, antes de salir de vacaciones. Me gusta imaginar que estiró su larguísimo y verdoso cuello y siguió dormitando a la sombra de una palmera de plástico.
Teníamos por delante toda una semana en Francia; visitar Paris y pasar varios días en Isla de Re. Las vacaciones eran merecidas. Al montar en el TGV dirección Momparnasse, miré al ser metamórfico que me acompañaba, absorto en su PSP, y pensé: “Tranquila, es un adolescente. Se le pasará».
Siete días más tarde volvíamos en el mismo tren dirección a casa. Lo bueno de las vacaciones es que tienen fecha de caducidad. Atrás quedaban el Parque Asterix, la visita a la librería Shakespeare and Company, cerca de Notre Dame y los paseos en bicileta por Saint Martin.
Apenas a unos kilómetros de la frontera, el tren se detuvo bruscamente en medio de la vía. Tras unos minutos de silencio, la megafonía anunció: Un accident de personne, literalmente un accidente humano, por tanto, no técnico. Los franceses son increíbles para los eufemismos, un SDF, por ejemplo, es un tipo Sin Domicilio Fijo.
“¿Habrán secuestrado el tren? “Preguntó mi hijo. “No lo sé”, le respondí, mientras observaba a mi alrededor el creciente malestar entre los pasajeros del vagón. A mi lado, una mujer española masculló: “¡Lo que nos faltaba! Esto va para más de dos horas hasta que llegue el forense y toda la pesca. Ya no llego al tren de Burgos. Me pasó hace cuatro años”. Los viajeros franceses llamaban desde el móvil a sus respectivos familiares o amigos: “No, no me esperes, cualquiera sabe cuando llegaremos”. Ni sombra de un revisor. Decidí pasar el rato en la cafetería, teníamos hambre y el mundo suele ser más amable en un bar. Al llegar al vagón restaurante, todos miraban por la ventana. “¿Qué ha pasado?” Pregunté al camarero. “Una mujer se ha tirado al tren”, respondió, «ahora tendré que montar de nuevo la cafetera». Intenté evitar que mi hijo se asomara a contemplar la ruidosa escena que se desarrollaba al otro lado: sirenas, hombres de uniforme dando voces, el pitido de los walkie-tolkies. “¿Se habrá roto el tren”, preguntó mi hijo. “Sí, contestó un ejecutivo muy convencido, y se habrá separado en dos partes por el impacto.” “No se puede romper, le respondió un guineano, ni que hubiera sido un elefante” Al cabo de un buen rato, la megafonía anunció la temida parada de, por lo menos, dos horas. Descubrí con sorpresa y tristeza que nadie, ni siquiera mi hijo, había tenido una palabra amable para con esta persona, cuya desesperación le llevó a tirarse a un tren.
La esperada llegada a casa se truncó ante un acontecimiento imprevisto. Franklin había muerto durante las vacaciones. Los ojos de mi hijo se llenaron de lágrimas. “¡Pobre Franklin! Qué pena mamá, balbuceó este gigante de olorosísimos pies, hagámosle un funeral”. Asentí con la cabeza mientras guardaba en el bolsillo un pensamiento impertinente.
Colocamos a Franklin en un estuche rígido para gafas de sol sobre el que mi hijo escribió su nombre con un rotulador grafitero y encendimos una vela. Recordé que compartimos con los reptiles (y saurios, espero) un cerebro primitivo que nos ayuda a no sentir el dolor cuando este se torna insorportable. Recordé a Franklin y su afición por el jamón de jabugo. Recordé a la mujer del tren y confié que en su último instante fatal, su cerebro primitivo hubiera funcionado. Y deseé que ambas se encontraran en un paraíso perfecto para tortugas y humanos.
0 respuestas a «Franklin y la rentrée»
joder macho, y todo por una tortuga? ines zarza, desde bilbao para el mundo – por lo pronto ese reconocimiento que se le hace desde aca en Puerto Rico – nos vuelve a deleitar con ese entrecruce de energias. la muerte humana/la muerte de la mascota. que mas da, cada cual llora como puede y donde puede. imaginate ante una caja de gafas de sol. seran una DG o Rayban?
adelante zrarza, adelante!
saludos
daniel nina
Me ha gustado mucho el cambio de tono que has utilizado para expresar entre lineas tu tristeza en la vuelta de vacaciones, el suicidio de la señora y a la vez la ironia del entierro de la tortuga y su gusto por el jabugo.
saudos
Mau
Impresionante relato!!!
Llevo un mes pensando a quien ayuda conocer las ilusiones y vidas de las victimas de un accidente como el de de Spanair, por que la prensa se esfuerza en relatar con todo lujo de detalles las ambiciones e ilusiones de las victimas?
La muerte de un ser vivo, es la muerte de un ser vivo, pero solo mueve la consciencia del lector cuando este es capaz de ponerse en la piel y la cabeza de la victima., y quizas sólo hacemos este ejercicio cuando conocemos más de la vida que se ha segado.
Las prisas del dia a dia nos impide parar un momento, ponernos en la piel del de enfrente, sentir padecer y alegrarnos con él y reflexionar sobre lo mas importante que tenemos la vida en si misma.
Es un relato que mueve conciencias
Saludos,
Desde luego que el relato no me ha dejado impasible ! Los sentimientos descritos son tan reales como la vida misma !
Muy bien hermana, sigues en forma.
Muy bien escrito !! he disfrutado mucho con tu relato. Un abrazo.
Lúcido y revelador relato sobre la condición humana que pone de relieve el contraste entre emoción (cuerpo) y sentimiento (mente).
Es cierto que sólo nos emociona realmente aquello que tenemos cerca y podemos palpar. Elliot escribió que «el ser humano no puede soportar demasiada realidad», quizá por eso a partir de un determinado tiempo tras la contienda las películas en blanco y negro sobre el genocidio nazi dejaron de conmocionar al público.
Sólo nos salva entonces la palabra, que intenta devolver sentido al caos y aprehender así la realidad en contraste con nuestras emociones más primitivas.
I’m just wondering whether maybe the tortoise isn’t a synonym for somebody else who “passed away to a better life” at the end of your French holiday.
You are brilliant as ever.
Muxu haundi bat.
Hace un par de meses una compañera de clase comentó así, como el que lava, que le daba más pena la muerte de un animal que cualquier desgracia humana. Y el padre de un amigo me dijo en cierta ocasión que la especie humana había dejado de interesarle hace tiempo y que en la actualidad sólo se preocupaba de los mamíferos no humanos…