Marisol Oviaño
El fin de semana de reunión familiar y paseos por el campo tocaba a su fin.
Los niños se quedaban en el pueblo con la abuela, los adultos en edad laboral hacíamos las maletas y nos preparábamos para marchar.
– ¿Por qué no os quedáis?- preguntó mi sobrina de tres años a su madre.
– Porque tenemos que trabajar.
– ¿Y por qué no os traéis los ordenadores y trabajáis aquí?
– Porque tenemos reuniones en Madrid, cariño.
– ¡Pero si aquí también hay reuniones!