Por Sargentoasuveera
Fotografía en contexto orginal: fotolog
Nos han mandado ir a retaguardia a buscarla para llevarla a primera línea.
En esta ocasión no soy yo el chófer, sino un recluta recién incorporado que me brea a preguntas sobre el agente Mujerabasedebien, celebérrimo entre la tropa.
Poco puedo contarle. Yo vivo entregado a la Comandante, a quien obedezco sin hacer preguntas ni esperar explicaciones. No sé que grado ostenta Mujerabasedebien, siempre la veo vestida de civil o con ropa de campaña sin distintivo alguno. Pero sólo necesito ver la facilidad con la que entra y sale de Comandancia para comprender que es alguien mucho más importante que yo, por ejemplo. Oficiales de mayor graduación se cuadran y saludan a su paso, y yo sigo su ejemplo. Sus incursiones en el mundo físico han proporcionado una información vital a nuestro Ejército, y a nadie se le escapa que es la niña mimada de la Comandante.
Pero al recluta no le interesan sus méritos militares, quiere saber qué tipo de mujer es. Mujer. No puedo responder a esa pregunta, conmigo no se ha portado como tal a pesar de la leyenda que la precede. Probablemente ella nunca haya reparado en mí y yo clavaba la vista al frente cada vez que reconocía sus pasos, nunca la miré.
El recluta ha entrado a por su equipaje. Ella fuma apoyándose en el capó del coche, ajena a mí. Y, por primera vez, puedo observarla a mis anchas y percibir la energía sexual que emana de ella: mirarla y entrarme ganas de tumbarla sobre el capó ha sido todo uno. Pensar que tendré que compartir el reducido espacio del todoterreno con ella y este recluta entregado de antemano a su causa, me pone nervioso.
Ella apaga el cigarrillo con la puntera de su bota, idéntica a la mía pero más pequeña, y me sonríe sexy y burlona, como si hubiera adivinado mis pensamientos.
– ¿Dónde prefiere que me instale, sargento?