Miguel Pérez de Lema
Escucho ayer a Solbes que el asunto de si se debe llamar «crisis» a la «crisis» es un problema semántico sin ninguna importancia. Por su puesto, Solbes sabe que los asuntos de semántica son lo más importante para un político.
La política es semántica y la semántica es poder.
Solbes sabe igualmente que no puede gobernar ni dominar ni vencer a la crisis, pero sí puede, de momento, demostrar su poder semántico sobre nosotros, marcando el lenguaje que debemos usar. «Divinas palabras».
Somos lenguaje. No es que pensemos con palabras, es que las palabras son nuestro pensamiento. Domina tu lenguaje, impónselo a los demás, y harán todo lo que quieras sin que necesites ordenárselo. La orden ya va en el lenguaje, en el concepto, en el campo semántico, en el símbolo, en el reconocimiento de la autoridad. Solbes, como cualquier otro político, sabe mucho de PNL (Programación Neuro Lingüística). Y sabe que quien crea el lenguaje crea la realidad mental, que es la que domina la realidad real.
A veces nos da un poco de risa lo burdo de este juego de manipulación, pero ojo, hay que estar muy atentos ante cualquiera que intente precisarnos, puntualizarnos o corregirnos el lenguaje. Son esbirros de la dominación.
A mí me pasa cada día, en cualquier parte, siempre hay alguien que te reprocha lo obvio. Hasta mis hijos, hijos de la corrección política, me prohíben decir que un viejo es un viejo, que un negro es un negro, que una crisis es una crisis.
Yo sí que estoy en crisis.
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Ahora veamos a Li comiéndose un pepino:
[youtube]ALEgFx7ljlw&featur[/youtube]
0 respuestas a «Es el lenguaje, estúpido»
Hombre, el Sr. Solbes “Solves the problem” diacrónicamente, convirtiendo la crisis en un simple problema de “mutación”que todos estamos experimentando.
Miguel, tu tranqui , no estas en crisis tan solo te estas convirtiendo en….te parece hormiga obrera, yo quiero ser la abeja Maya, por lo del país multicolor!!!
Caramba, si Solbes supiera hacer lo que hace el psicólogo hipnotizador del vídeo, asociaría la noción de crisis a la de infancia feliz, y ya no necesitaría palabras mercenarias: todos iríamos bien sonrientes por la calle
Hace algo más efectivo y cruel. Asocia la palabra crisis al ridículo.
Decir crisis es ser un coñazo, un triste, un tiquis miquis, un rancio, un perdedor, un formalista, un señor con barba de Pontevedra.
Decir crisis no mola, es no ser dinámico, no he visto a Almodovar aun delante de una pancarta «No a la crisis».
Me parece que Solbes sabe mucho más que cualquier hipnotizador. Y Zapatero ni te cuento.
Al respecto, recomendaría una revisión de la obra de Viktor Klemperer. Aunque sus memorias de los años de la guerra son muy interesantes («Quiero dar testimonio hasta el final», dos tomos, en Ed. Galaxia Gutemberg), en relación a este tema conviene allegarse a «Lingua Tertii Imperi», el ensayo donde el filólogo Klemperer descifra y descodifica la perversión que, del idioma de Goethe, hicieron los nazis afin de lograr higienizar y dar una pátina científica, a sus actos nefandos.
Me pregunto si los consellers del Govern de la Generalitat, cuando se hartaron de construir eufemismos en torno al trasvase cuando acechaba la sequía, me pregunto, digo, si no tenían en mente las arteras hazañas de desvirtuación idiomática de las que los nazis fueron precursores.
Nuestra arma es la palabra
cualquiera puede cogerla
y disparar
En efecto, la palabra es un arma cargada de futuro: como las pistolas o los revólveres, depende del uso que se le dé. Y son muchos los que ya la han tomado: http://www.elpais.com/articulo/tecnologia/yihadista/usa/palabras/arma/Internet/elpeputec/20080712elpeputec_5/Tes