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Texto: Wikipedia
El 22 de abril de 1945, ante la inminente derrota total, Magda y sus 6 hijos fueron al Führerbunker, donde se hallaba Goebbels. Esos serían sus últimos días de vida.
En el bunker, habían improvisado un cuarto con 6 camas para los niños. Pasaban la mayor parte del tiempo jugando con Eva Braun, Traudl Junge y algunos perros como Blondi, el favorito de Hitler.12 Magda no pasaba mucho tiempo con sus hijos durante su estadía en el bunker por que se deprimía al estar con ellos. Se sabe que Hitler les ofreció a ella y a su familia un avión para su escape pero ambos cónyugues se negaron. Es sabido también, que Albert Speer, Ministro del Reich, quien tenia una buena relación con Magda, al momento de ir a despedirse del Führer le ofreció una lancha para escaparse, junto con sus hijos, por uno de los ríos que pasan por Berlín, propuesta que fue desechada por esta. 30 de abril Magda había rogado a Hitler a que no se quite la vida, pero sus intentos fueron inútiles. Finalmente decidió envenenar a sus hijos y luego suicidarse.
Cuando Traudl Junge le preguntó el porque de su decisión Magda respondió: «Es mejor que mis hijos mueran a que vivan en la vergüenza y el oprobio. Nuestros hijos no tienen sitio en una Alemania como la que habrá después de la guerra».
El 1 de mayo, a los 8 días de permanencia en el búnker, Magda durmió a sus hijos con somníferos, luego les proporcionó veneno y finalmente murieron.
Después de matar a sus hijos, Magda lloró mucho y jugó «solitario» en una mesa, totalmente deprimida. Luego se suicidó junto a su marido. Algunas versiones dicen que se dispararon mutuamente, otras que sólo Goebbels se disparó mientras que Magda se envenenó.
Edición: MPL
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Al final, un acto de amor. Lo monstruoso no fué matar a sus hijos sino haberlos educado en un mundo que los padres habían inventado y que no pudieron perpetuar. Lo patético fué haberlos utilizado como imagen del mundo feliz que se derrumbaba al rededor del bunker. Lo trágico fué convertirlos en seres que no tenían sitio en su futuro inmediato.
Y al final, en un acto de supremo amor materno, Magda, cargando con la culpa que sabe que la destruirá, les aplica la eutanasia para cortar su lenta agonía de verguenza y oprobio, antes de que empieze.
Nosotros, educados y utilizados en un ficticio mundo feliz que ahora se desmorona a nuestro alrredeor, ni siquiera podemos esperar de nuestra civilizada y democrática cultura una amorosa eutanasia.
Los hijos son siempre víctimas de la ambición de los padres. Y estos a su vez, no habrían tenido hijos sin la ambición de perpetuar. Tal vez fue lo mejor que les pudo haber pasado a esos niños, aunque ¿alguien sabe que fue de los demás hijos de los miembros del Estado Mayor de Hitler?