El domingo es mi único día libre.
Los sábados por la mañana trabajo. Ayer por la tarde estuve planchando.
Hoy ha amanecido gris: mal día para poner lavadoras. Igualmente hemos cambiado las sábanas y hemos vuelto a llenar el cesto de la ropa sucia. Ahora mismo llueve con violencia y mientras pongo un poco de orden en el caos del salón-comedor-despacho, me siento muy afortunada por tener salud para trabajar y poder dar a mis hijos un techo bajo el que cobijarse de la lluvia y el frío.
Entre los niños y yo hemos recogido someramente la casa y he terminado de preparar un cocidito madrileño que compartiremos con parte de la familia.
Ahora mismo estoy tomándome una cerveza mientras espero que lleguen mis sobrinillas con su bullicio y su olor de feliz infancia, y me relamo pensando en la comida y la charla de la sobremesa.
Llaman al timbre: son ellos.
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Hoy estaba en la tienda, sola como siempre. Estaba hablando con mi hija por teléfono y, cuando colgué, oí en la radio que estaban leyendo «la felicidad de las pequeñas cosas» de hijadecristalero en «Un mundo feliz» de Radio 3. Gracias a quien deba dárselas. No lo sé.