Por Pedro Lluch
BCN-BIO.
Zumban los kilómetros bajo las ruedas. El paisaje se despliega a lo largo del día, vegas, llanos, sierras, «alcaceles, / terraplenes, pedregales, / olivares, caseríos, / praderas y cardizales, / montes y valles sombríos». El cielo azul, las nubes atormentadas, el oro en biés que el sol derrama entre los claros, las rachas de viento… hacen que resulte dramático el paisaje, ¡y tan bello! El sol da paso al chubasco, y tras la lluvia el sol de nuevo, deslumbrante. Nieves del Pirineo, nieves en el Moncayo, nieves de Ezcaray. Y el mar al final: «de mar a mar, entre los dos, la guerra». La ensenada desde lo alto: fábricas, chimeneas, herrumbre, vapor, tapias y grúas que parecen esqueletos a un lado; del otro las calles, las casas, la confortable placidez del Neguri; entre los dos un puente que viene y va, el rumor del mar a lo lejos, el trajín y los paraguas del norte, la hierba verde como de diccionario, lluvia. Luego el rubí de un buen reserva de Rioja, con copa y compostura. La charla amena, de punta a punta de la mesa; entre los dos, las letras. El brillo de una sonrisa, de una complicidad que vamos descubriendo a cada frase, una complicidad paciente que lleva 25 años esperando. Y la distancia corta, muy corta, más tarde, sobre sábanas blancas.
Cuna del castellano y del euskera: San Millán de la Cogolla.
Las mesas del bar están dispuestas frente a un prado, en el extremo de un valle. El prado es verde, y el domingo denso. Bosques de robles, de encinas, que retrepan por las laderas. Al fondo de la perspectiva se eleva una cima nevada que nubes volanderas tapan y destapan al antojo del viento. Detrás de nosotros, las piedras del monasterio, silenciosas, paradas, quietas. Unos niños patean un balón sobre el parterre. Un botellín de Heineken, tan verde como los prados.
Alfajarín.
Naves industriales, tractoras y sus remolques sesteando al borde de la Nacional II. Apago la radio. Echo el cierre a las cuatro puertas del coche, reclino el asiento y duermo una hora. El cansancio que la emoción cose a los músculos se destensa y afloja. Un café. Coca-cola. Y un maletero de besos lleno para ir gastando en los días venideros, píldoras contra la distancia.
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¡Ooooooooooooooolé!