Por Pedro Lluch
Leo en La vía del no-apego de Dhiravamsa: «Mentir a los demás es sólo posible cuando hemos aceptado mentirnos a nosotros».
Me he mentido, durante largos años, me he mentido; ahora no hallo la salida del laberinto. Doy vueltas y abro tantas puertas como encuentro. Ninguna me saca del mentidero de mis patrañas.
Y avanzo a tientas por mi confusión, dándome de bruces una y otra vez con mi sino; avanzo con las manos extendidas, los brazos abiertos, los ojos apretados para no verme, temiendo abrirlos y descubrirme mil veces reflejado en uno de esos laberintos en penumbra con paredes de espejo. Pasos quedos, cautelosos, temerosos. Pasos que avanzan hacia atrás, hacia el miedo. Hacia el pasado.
Me reencuentro con versos míos de hace once años. Corría el año 1997 y compuse un poemario a mi tierra, al secano que es mi patria chica. Un buen amigo había conservado una copia. Y releyendo los versos de aquel entonces me enfrento a verdades de hoy, que allí aparecen ya descritas, en versos pautados y metáforas concertadas. No me disgusta leerme. Como un cuadro que ha pasado meses contra la pared tras ser pintado, y que al darle la vuelta aparece acabado, así leo mis versos añejos con la sorpresa de ver cuán certeros y acabados están. Y me pregunto: ¿cuándo perdí la verdad que ellos destilan? ¿Cuándo dejé de escribir mi verdad?
Leo en un panel de la exposición de Zoran Music que en estos días se expone en La Pedrera de Barcelona (habla el pintor de su crisis creativa cuando surgió el abstraccionismo en el arte europeo): «Empecé a sentirme inútil y débil frente a esa gran corriente. Y entonces acabé por desviarme. Intenté, a mi manera, hacer pintura abstracta. Y en ese intento perdí totalmente mi verdad personal. Es lo peor que le puede pasar a un artista, porque sin esta verdad deja de existir. Y fue de esta confusión, de esta frustración, de donde salieron los cadáveres» (se refiere a sus series de cuadros donde pinta pilas de cadáveres con los que había convivido en Dachau).
En el caso de Music, su verdad era la experiencia del lager. La muerte cotidiana, banal, industrial, inhumana, del mundo concentracionario. Una y otra vez, ese mundo oscuro (Paul Steinberg) resurgía.
¿Cuál es mi verdad? Soy comercial: me dedico a salir al mundo diciendo que lo que tengo en cartera es lo bueno, lo barato, lo imprescindible, lo que asegura una tasa de cero-problemas… Miento. Miento. Miento. Miento.
He aceptado mentirme para poder ganarme la vida mintiendo a otros. Trato de ser honesto, de tener cierta ética, pero, in cuore, el comercio es una mentira, una falacia lucrativa. Me siento un tipo sobornado por unos cuantos chavos a modo de sueldo, y que alardea de un plus de glamour con corbata paseada por sitios más o menos interesantes.
¿Cuál es mi verdad, pues? y si quiero contarla, me pregunto, ¿acaso escibir, escribir ficción, no es seguir mintiendo?
Otro pintor viene al rescate. En Milán hace unas semanas pude visitar la antológica del pintor que mejor ha pintado la violencia de la segunda parte del siglo XX, Francis Bacon. Su pintura es violenta porque hace violencia a lo pintado, deformándolo, desfigurándolo para lograr, paradójicamente, una nueva verdad (reconocible, auténtica, pasmosamente cierta). El Arte del siglo XX, particularmente el pictórico, pero también otros, ha consistido en subjetivizar más y más la representación. No se trata tanto de representar la realidad sino de recrearla según un muy particular punto de vista. Bacon lo explica así: » What I want to do is to distort the thing far beyond the appearance, but in the distortion to bring it back to a recording of the appearance».
Quizás sea esta la senda que quiero seguir: desnudarme, exponerme, ofrecerme desollado, fraccionado, seccionado, psicótico, fragmentado… de manera tal que quede distorsionado far beyond the appearance, para poder rendir (someter, plasmar, ofrecer) otra visión del mundo. Llegar, como Bacon, a la verdad certera mediante el artificio del exceso. (Pero aquí aparece el miedo al abismo: el exceso está siempre lindando con la caída en la sima de la cual no podrá uno escapar.)
Escribir es un artificio sutil, complejo (cfr Havelock). Escribir ficción es crear una mentira que debe, en última instancia, dar cuenta de una verdad (una realidad, una emoción, una historia, una confusión…). Llegar a ella es tarea ardua para la que se requiere Arte (duende, diría Lorca), Tradición (y su correspondiente traición si se pretende progresar) y Método.
Me falta confianza en el Arte: he de creer más en mi duende. Me pesa la Tradición: he de descargarme de ella, a menudo me asfixia. Me falta el Método: espero hallarlo (y lo buscaré) en las botellas de Rioja. In vino veritas.
0 respuestas a «diario de ausencias: el problema del comercial»
El escritor es Prometeo, liberado gracias a su astudia, a su su ingenio pero condenado a llevar el anillo unido al trozo de roca al que fue encadenado………. (supongo que a modo de recordatorio)
Y como dice Lorca: Si soy escritor por la gracia de Dios, mucho más por la del diablo y el trabajo.
Escribe pues, ya se ocuparán los otros de diagnosticarte, despellejarte y deshollarte. Lo harán, no te quepa duda. Y cuando te levantes tantas veces como Prometeo encadenado, a su inmortalidad, por tantoa su talento, entonces, sólo entonces fluirá y jamá volverá a dormirse el escritor que hay en tí . ……..
y el escritor no se dormirá jajaja, pero yo sí que estaba dormida esta mañana que he mandadado un comentario lleno de faltas de ortografia cuando mi más inmediato próposito es cuidar la ortografia……… es que las mujeres piedra andamos algo despistadas
y es desollar, mujer piedra.
Yo soy incapaz de mentir y cada vez que veo a mis jefes contar mentiras como casas, me pongo roja como un tomate. ´
Por eso yo gano una miseria y ellos están forrados. Eso sí, no dedico gran parte de mi tiempo a inventar mentiras nuevas que justifiquen las mentiras anteriores.
Gracias Dulcinea, esas correcciones siempre me renuevan en el propósito, no siempre cumplido, de correr menos y fijarme más.
Desde aquí, hago público mi compromiso. No más faltas.
Es incorrecto que una piedra cometa tamaño dislate ortográfico. Totalmente improcedente….
Dulcinea, las mentiras nuevas no justifican las mentiras laborales. Sólo dan cuenta de ellas. Pero no las justifican.