Miguel Pérez de Lema
37 segundos de ultraviolencia, adrenalina, y algo de autoparodia.
Tarantino, si no fuera un imbécil, renovaría este santo género. Es el único, después de Peckinpah, capaz de hacernos disfrutar de la estética del asesinato de masas.
¡Viva Rifleman!
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