Miguel Pérez de Lema
Miedo me da ver nuestra bandera en las calles de Serbia. Estados Unidos ha decidido terminar de reventar ese último reducto de influencia rusa en Europa y cualquier analogía entre España y Serbia nos va a dar problemas.
Los ultranacionalistas de por aquí se frotan las manos porque la independencia de Kosovo les vale como precedente (un precedente falso, porque aquí no ha habido todavía una guerra, pero un precedente aprovechable). Esta independencia, quizá, valga también para acabar de demoler la poca dignidad que le quedaba a la ONU y la UE.
La Unión Europea ya demostró su bajeza en las guerras balcánicas y ahora se pone de nuevo con el culito en pompa. De la independencia de Kosovo se puede decir, como paradoja, que es la realización del peligro que señalaba Jordi Pujol para Cataluña, la desnaturalización de una región por una inmigración descontrolada.
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Sí,los Balcanes dan mucho miedo. Rusia ya ha amenazado con hacer uso de la fuerza si la OTAN o la Unión Europea se exceden. Imagínate ser Putin, ex antiguo miembro de la KGB ¿no te gustaría dar en los morros al antiguo eterno enemigo?
Rememoraré una anécdota que me permitió, con varios años de anticipación, augurar las guerras de secesión de la antigua Yugoslavia.
Corría el año 90, era el verano después de la caída del muro de Berlín. Yo cruzaba Yugoslavia de Sur a Norte, desde Tesalónica a Venecia. En un compartimiento departía amablemente (chapurreando en italiano) con un albano-kosovar que se iba del país: emigraba a Italia. Hablábamos de las condiciones de vida en Prístina, de la falta de oportunidades, de la vida dura que llevaban todos, de la televisión italiana y de los anuncios, de la calidad de sus embutidos (él me dio un bocadillo y yo a él una coca-cola). Entonces entró una mujer alta y espigada. Receloso, el albano-kosovar interrumpió la charla. Me explicó É serbia. Y se censuró. Se calló. Tenía miedo.
Lo que daba miedo, amigos de Madrid, en los Balcanes era (y es) la prepotencia serbia. Eran serbios los profesores, eran serbios los funcionarios, los policías, los jefes de empresa; no digamos ya la magistratura o el ejército. La cultura albano-kosovar no existía en los estamentos oficiales.
Del mismo modo que no debe usarse como precedente esta independencia, no debe tampoco creerse que en España no ha habido situaciones parecidas: ¿he de contar otra vez que mi padre no sabe escribir en la lengua en la que piensa? ¿He de recordar que si una independencia balcánica suscita emociones en algunos de nosotros es porque sí hay elementos de comparación posibles? ¿Acaso la UCK estaba en la misma lista internacional de organizaciones terroristas que ETA? ¿Acaso no los hay que consideran el archivo de la Generalitat que está en Salamanca como «botín de guerra»?
España, afortunadamente, no es Yugoslavia; tenemos una democracia rodada y nos hemos dotados de unos cauces de discrepancia bastante anchos. Pero si de ultranacionalismos hablamos, ojo: haberlos haylos, y se abanderan con muchos colores. Y todos son peligrosos. También el tuyo, Miguel.
Y es peligroso el tuyo porque, aparentemente, y con la Brunete de refuerzo, opone lo «que debe ser» (la España una que no asimila su diversidad) a lo que, democráticamente, pueda querer una parte de España. Yo prefiero una España plural donde quepamos todos a una España que no sepa ser lealmente diversa. Y creo que hablo con muchos otros: si no es plural, que no cuenten conmigo para sumar.
Pero por otro lado, amigo Miguel, también señalas una apabullante deficiencia de nuestra Europa: su incapacidad para actuar, para decir «¡Hasta aquí!» con dos cojones.
Tuvo que venir Holbrooke de los USA para desfacer el entuerto de Bosnia. La matanza de Srebrenica (eran los días gloriosos de las olimpíadas en Barcelona: en los bosques Mladic mataba y mataba y mataba… y las tropas holandesas –esto es: europeas– nada impedían).
En eso te doy razón cabal: a Europa le faltan los arrestos necesarios para regir su patio trasero.
Coño Pedro, te van a dar el título oficial de Guardián de la Revolución.
(En los bosques pasaban muchas cosas, especialmente heroína. Pero esa es otra película que nunca veremos)
Buena onda. No perdamos la perspectiva.
La situación que Pedro describe entre serbios y albanokosovares, es la misma que hay entre bosnios y croatas, por ejemplo. Y diez años después de que acabara la guerra, el recelo de unos y otros no había bajado la guardia.
Y no hay que olvidar nunca que el tiempo no pasa de balde: el padre de Pedro no pudo aprender a leer en catalán. Sus hijas disfrutan del lujazo de hablar dos lenguas: el catalán y el castellano. Esto no son los Balcanes. Por mucho que desde uno y otro bando se agite el fantasma de la Guerra Civil, creo que a la mayoría de la gente lo que preocupa es llegar a fin mes, no ir a las cruzadas.
Necesito mas informacion mierda!