Algunos días, como hoy, me siento incapaz de ser fiel al retrato que dibujó mi hijo hace meses.
Cuando amenazo ruina, sólo tengo que mirarlo: me da arrestos y me recuerda que un caballero jedi nunca se rinde, que la Fuerza me acompaña.
Pero hay noches en las que de buena gana arrojaría la espada láser por la escotilla, y me pondría el uniforme blanco y anónimo del Imperio, ese enemigo que no muere nunca.
En esos momentos de nada sirven los retratos.
Entro en las habitaciones de mis hijos cuando duermen.
Escucho en silencio sus respiraciones tranquilas, confiadas, me alimento de ellas en silencio hasta que la espada vuelve a brillar en la oscuridad, llenándolo todo con su zumbido.
Un día más, nos hemos puesto a salvo.
Un poco de literatura antes de dormir y mañana volveré a estar lista para seguir luchando contra Darth Vader.