Por hijadecristalero
La cuesta de enero se respira en el ambiente.
Los supermercados y las tiendas están vacíos.
En el bar en el que trabaja el hombre más triste del mundo tampoco hay nadie. Ya no tiene tantos cartones que tirar, y pasa menos veces por delante de mi puerta con las cajas y su sempiterno pitillo.
Veo mucha gente con la angustia de no llegar a fin de mes.
Con cara de no dar crédito.
A mí me quedan 100 euros para acabar enero.
Aunque tengo el congelador lleno de cerdo y de pollo.
Esperemos que a los profesores no se les ocurra una excursión, o un libro, que no se estropee la lavadora, que no se acabe el papel higiénico. Que mis hijos no tengan ninguna necesidad hasta febrero.
Recemos para que el jefe no vuelva a retrasarse con los sueldos.
Si no, tendré que ponerme un pasamontañas, coger un arma y atracar un banco en nombre de la difunta clase media.