Por Pedro Lluch
Lost ando por las calles sucias y resbaladizas de esta capital. Montañas de nieve en las aceras, carámbanos a punto de descolgarse de los tejados, de las cornisas. En algunos sitios advierten, con cinta blanca y roja, de la caída de bloques de nieve. La niebla lo envuelve todo. Seis grados bajo cero, mañana tal vez menos.
Una tensión en las lumbares, que se aprietan para resistir el frío, me tiene agotado. Tan es así que me he quedado zapeando entre las noticias de CNN y los reportajes de tigres, las partidas de snooker y las buhardillas nevadas que veo desde mi habitación de hotel.
La misión de hoy era sencilla. Se trataba de hacer entender a mi contacto que él me importa, que le escucho, que atiendo a sus necesidades y que puede confiar en mi, que puede hacer negocios con nosotros. Para ello le he traído una gorra del Barça. La última vez que me vi con él se puso eufórico relatándome the best day on my life : la final de Sevilla en el 86 entre el Barça y el Steaua de Bucarest.
A media tarde la fiebre ha empezado a abrazarme, primero poco; luego, con las horas, la fiebre ha sido una niebla, una nieve, que me ha tomado entero. Vacío el minibar de cuantas bebidas no alcohólicas contiene. O quizás deba triscarme el coñá fino de Tiraspol que me reglaron en Moldavia. Está en la maleta, que hoy no he abierto. La desidia, el cansancio, los patinazos en las aceras heladas, qué sé yo… no quiero abrirla. Luego cuesta cerrarla.
Ayer, a las seis de la madrugada, esperando sobre la nieve en la pista de un aeropuerto de tercera abierto a todos los vientos, me preguntaba que qué hago. Pasar frío. Hablar. Beber. Beber demasiado con algunos (y así acaba la cosa como acaba). Esperas en los aeropuertos, en los vestíbulos de los hoteles. Comidas rápidas. Notas pespunteadas en el cuaderno.
Cansancio. Desapego. Miedo. Desorientación. Silencio. Un silencio de páramo en invierno. Silencio de mata seca de romero en el secano, que sólo un poco, muy poco (casi no se oye), sólo un poco cruje.
En los parques estatuas y bustos de los adalides de la patria, de sus poetas de nombres desconocidos. La nieve hace ruido cuando la pisas, también cruje. Y graznan los cuervos : una pandilla de niños se alborota en una calle tirándose bolas de nieve : los coches están sucios del barrillo : sobre la ciudad un lienzo blanco.
Me siento solo y lejano, lost, muy lost.