Por hijadecristalero
El cura siempre va vestido de negro.
Camisa negra.
Alzacuellos blanco.
Pantalón negro.
Zapatos negros.
Calcetines negros.
Jersey negro.
Chaqueta negra.
Barba negra.
Pelo negro.
Gafas negras.
Y una mochilita de colegial blanca y azul, que se cuelga de un solo hombro cuando camina: grandes zancadas, la mirada clavada en el suelo y la cabeza haciendo sombra sobre los pies. Es alto, fuerte, no tendrá muchos más de cuarenta. Es un hombre que huye de algo. Probablemente de sí mismo.
Parece un misionero contaminado de revolución de los pobres al que sus superiores hubieran mandado a este pueblo de ricos para una nueva instrucción. Para que no olvide que es un soldado de Cristo. Para que aprenda a tragarse el orgullo y la vanidad, para que entienda por qué forma parte de un ejército que gobierna gran parte del mundo desde hace más de 2000 años.
Para que recuerde el sentido de la palabra obediencia.
¿Cómo puede saber esto una simple auxiliar de dependienta?
Porque también yo soy un soldado, un misionero en un pueblo de ricos.
Estoy en la tienda de ventanas, leyendo a Pessoa, por orden expresa de la Comandante del Ejército del Futuro, Inar de Solange.
Que sólo desea que dé lo mejor de mí.