Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fueran
ridículas.
También escribí en mis tiempos cartas de amor,
como las demás,
ridículas.
La cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.
Pero, al final,
sólo las criaturas que nunca han escrito
cartas de amor
son las que son
ridículas.
La verdad es que hoy
mis recuerdos
de aquellas cartas de amor
son los que son
ridículos.
Fernando Pessoa (Álvaro de Campos)
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foto original de Paul Herbst
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Montaje
MPL
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Este poema es de Álvaro de Campos, no de Fernando Pessoa, además está incompleto.
Quien entienda que Pessoa es Campos y Caeiro y Reis, entiende casi nada de lo que significó la presencia del poeta en el mundo (en el mundo que, por consecuencia obvia, tampoco podrán ver ni sentir).
Todos somos mil personas y personas poliédricas además.
Si hay algo fascinante en el acto de escribir, es que cada lector hará una interpretación distinta, se apropiará de las palabras del autor y las hará suyas.
Quien dictamina cómo hay que entender un poema y cómo hay que sentirlo, puede presumir de tener la misma sensibilidad poética que un Manual de Instrucciones, «Álvaro Campos».