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Consoladores

Por Manumitida

consoladores
Empezaron siendo un regalo de pareja, un juguete para dos.

Cuando logré comprar mi libertad, no olvidé la maleta con el kit de primeros auxilios sexuales. Sabía que me aguardaban muchas noches de árida soledad y una es mujer de raza.

¿Qué tres cosas te llevarías a una isla desierta?
Tres consoladores.
Aunque probablemente me bastaría con uno: me he dado cuenta de que soy particularmente fiel a uno de ellos.

No necesito pilas, ni que vibren, prefiero dejar que sea mi sabia mano quién los guíe en consonancia con lo que mi cerebro, esa máquina de placer, le pida. Ellos me conocen como nadie y saben muy bien lo que necesito en cada ocasión.

Por supuesto, donde esté un buen hombre, que se quiten los sucedáneos. Pero yo ya sólo lidio con primeros espadas, lo más alto del escalafón, y en esta frenética sociedad no es frecuente que mi bravura coincida con un maestro.

Si se hiciera una encuesta a tumba abierta, quizá nos sorprendiera la cantidad de mujeres que aguantan solas gracias a estos simpáticos amantes para los que no hay que arreglarse, ni hacer la cena, ni escuchar.

El sexo egoísta también ayuda a sonreír cada mañana.

Fotografía en contexto original:cariciaz

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