Categorías
Adicciones General

Adictos al fuego

Por Marisol Oviaño

Cada noche sigo el ritual.
Cojo pequeños palitos, pequeñas teas, preparo una cuevita de pequeña leña y le prendo fuego. Jamás uso papel para encender mi chimenea.

No tengo prisa, disfruto de la primera tímida llamita que arranca la cerilla larga a la hebra de tea que corté, y de cómo esta llama se contagia a la hebra vecina, ésta al palito fino y así sucesivamente. Voy añadiendo leños disfrutando del proceso. Y me voy a cenar con mis hijos.

Cuando regreso, la fogata ya es un fuego maduro que sólo quiere palabras mayores. Se las doy y me siento a escribir.
Él es a mi izquierda y yo escribo.
De vez en cuando me levanto a atizarlo un poco.
Su olor inunda nuestra casa, nuestra ropa, nuestra vida.

Acabe a la hora que acabe, llega un momento en el que me separo de la pantalla, doy por terminada la megajornada y me siento en la butaca de mirar el fuego.
Entonces, él me habla.

0 respuestas a «Adictos al fuego»

Llegas
hombre-ascua
iridiciscente
brasa y rescoldo de otros leños
y la mujer-olmo
-enraizada en silencio-,
pregunta
asombrada e ingenua:
¿y si creamos
un fuego nuevo,
virgen y nuestro?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *