Por Miguel Pérez de Lema
España tiene una geografía humana con forma de lavabo. Es un gran lavabo, con su desagüe en el centro, en Madrid. Madrid es un desagüe que ha arrastrado hacia sí el talento, los afanes, las carreras prometedoras del país. Es el remolino en el que todo se acaba mezclando con todo, rozándose, pisoteándose, besándose y dándose por el culo. Es una promiscua pelea, un burdel de sexo bronco y sutiles navajazos, y una madre cereal y putísima, que recibe a todos con la misma indiferencia, que es lo más democrático que una ciudad puede hacer por un recién llegado. Madrid, esa diosa madre prostituida, esa cortesana insaciable, sabe mirar disimuladamente a cada aprendiz de madrileño cuando sale a partirse la cara, a cometer su pequeño crimen iniciático, a perpetrar su primer estupro del talento, y juega a ofrecer su hermoso coño a los elegidos. Madrid tiene un coño caprichoso, múltiple, rezumante de miel y mil leches, todas nutricias, germinales y necesarias.
La provincia tiene, por el contrario, un único coñito prieto, un pequeño cuerno de la abundancia, asequible pero insatisfactorio. Una abundancia que se agota muy pronto, esa clase de abundancia que sólo da para llegar un poquito holgado a fin de mes, y así siempre, el mismo coñito duro y sano, sin misterio ni secretas posibilidades. Sin posibilidad de contraer la maldición de Venus ni gozar de su gloria.
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Fotografía en su contexto original: elfrascodelodio