Por Pedro Lluch
El mar vinoso de Homero es un maelstrom de celdillas de excel en el que navego desde el lunes: me consumo, voy de un lado al otro, y siento el mareo crecer. Muevo pantallas, ajusto índices, todo cambia, los porcentajes decrecen, “la mer, la mer, toujours recommencée”, se disparan, me disparan (¿cómo vamos a cubrirnos de las subidas del cobre? Me gritan desde la mesa del controller), hundo la cabeza en una celdilla en blanco, pero pronto siento un cinco tiburón rondándome (a medida que se acerca se incrementa, pronto será un doce, ¡incluso un quince…!), abro los ojos, lo veo todo azul, el Delta de consumo 2006 gira en rededor como un banco de sardinillas asustadas, gira gira gira en espirales difusas, confusass, me quedo sin aire y saco la cabeza, abro la boca y dejo que una explosión de aire me llene los pulmones y limpie mi sangre, y luego de nuevo me sumerjo en el intrincado pandemonio de la ponderación de transportes y comisiones fijas y variables, como erizos de mar que se clavan en las plantas de los pies a cada paso. Temo no llegar nunca a cuadrar el PCS con los PCE y las retrancas varias con que se nos complica a todos el negocio. Me sumerjo de nuevo en otra celdilla, trato de ajustar el margen, el margen, el margen, ¡asegurad el margen con esa merma! oigo que me gritan, braceo en profundidad. El cielo se mueve del otro lado de la superficie de las celdillas.
Pronto alcanzaré la orilla y podré llegar al viernes, sacar la cabeza, me digo, sofocado por una medusa en forma de noticias que nos llegan de la competencia y que nos tapan la boca.
El lunes más y mejor…
0 respuestas a «Mar de excel»
Oh… nooooooooooooooooo.
Tu formula quedo sumergida en un bucle sin solución…
sin solución alguna…
¡Dale a escape…!
¡Dale a escape…!
El estres, ese amigo invisible del hombre blanco.
Somos unos privilegiados.
Los antropólogos que estudiaron las últimas tribus del Amazonas sin contacto anterior con la civilización, calcularon que sus horas de trabajo por semana eran el equivalente a tres días de nuestro horario de ocho horas.
El resto del tiempo hacían collares con flores, bailaban en torno al fuego, y procreaban.
Y sin hipoteca.