Por César de las Heras
También a mí me rebosan las uñas en los dedos, también a mí me salen granos de todos los tamaños, también a mí me quema la sopa que a ti te quema, aunque en mi caso, la lengua calla, otorga.
Hubo un tiempo en el cual mis prestaciones, amparadas más en la forma que en el fondo, mitigaban el poco peso de la producción de palabras con el olor de las axilas; ahora, mi sentido, seguro de su sombra, tiene asa, y cogido, asido, nos vamos dedicando a eso de vociferar a los jilgueros, para que echen a volar con el único fin de hacer viento y de pintar las casas con los colores de sus excrementos.
Ya sé que no me entiendes, si te soy sincero, me toca los cojones el entendimiento. Yo ya no como pan, con el pan hago canicas casi blancas, canicas que giran hasta que se topan con un liquido tremendamente inoportuno, en cualquier caso, si ya no son canicas, serán migas de pan, alimento esponjado.
No creo en el asfalto y desde el catorce de junio utilizo los quicios de las puertas para frotarme, para sacarme de quicio, y es que he comprobado, que tras quince minutos de rozamiento pierdo el orden regular, y adquiero una irregular protuberancia en la zona opuesta al coxis, algo así como un ariete que sonríe en vertical.
Hoy he andado seis kilómetros, y me he quedado allí. Hoy he matado a la del sexto, ya no respira; ahora ya no está morena, es curioso ver como se escapa la vida, la ausencia de su pulso, el frío, la perdida de su volumen. Me gusta mirar la flor de los cocuyos y las estelas de los coches que pasan. Muevo los ojos a una velocidad vertiginosa, y soy capaz de ver el interior de todos los autos sin cristales oscuros, mi próximo paso, ver también el interior de los coches con cristales oscuros, y oler la hierba sin necesidad de agacharme, por cierto, tengo piel, y las gallinas plumas para disimular que siempre tienen frío.
-Vaaaale, perfecto, vayamos por partes, ¡joder!, ya estoy llorando otra vez, y no lo entiendo, todo está bien, no pasa nada, se fue el sol, llegó la luna, suena Shostakovich. La misma esquina, esa luz, esa bombilla sucia, ese cristal, ese tic tac. ¡Hoy no ha pasado la lechuza! ; pero sigo viviendo: – uno, dos, tres, cuatro, cinco y Camboya, chupamé la polla. Sonrío, tomo aire por la parte derecha de mi boca, lo expulso por el agujero izquierdo de la nariz, las nubes son de piedra, las orejas de pana. Las casas son para guarecerse de las rubias y el color de tu perro carece de importancia.
Cuento, cinco y Camboya y salto en vertical, cinco y Camboya y salto en vertical, cinco y Camboya y salto en vertical. Salto desde que recuerdo, sobre la misma losa, losa desgastada, perfecta para saltar en vertical, después de cinco añado Camboya, de esta forma no pronuncio el nombre de Dios en vano, dejemos que la imaginación se desarrolle.
Yo no sé por que tengo que permanecer vestido por encima de los veinticinco grados, ni sé por que Pinochet. No sé por que soy educado, ni sé por que, frontera. Dudo si el sexo será un numero de seis cifras, no sé por que ¡ BOOOM!, y trocitos de niños. No sé por que los dedos para apretar gatillos, si sé dar forma, sé hacer clítoris de barro.
Ya me tumbo, las cucharitas son para las camas, la sopa se sorbe.
He conocido a alguien de Málaga, puedo pensar que existen los de Málaga.
Un reto es una mirada de reojo.
Un ombligo perfecto puede llegar a contener diez lagrimas
Un culo tiene las rajas contadas.
Un pez de frente es menos.
La verdad es de los necios
Mis ojos no se suponen, parpadean
La religión es el pastor, los fieles las cagadas de las ovejas, las ovejas balan para no escuchar tanta cagada.
Un musulmán rezando es una patada eternamente deseada.
Los pelos del pubis merecen ser cortados, crecen por joder, no para.
El cariño tiene envidia del amor.
La mentira no sirve cuando sabemos todos que es mentira.
La causa es la de la consecuencia.
Estar seguro es estar equivocado.
Cuando hago el amor no pretendo ser pesado. Si juanita me dice que le peso es por que falla la parte aligerada, y la linterna, que luce escasamente, formó una sombra y ya no sé cómo borrarla. Los días que han pasado son exactamente catorce mil seiscientos siete, su rastro lleva a mí. Desearía un rastro más profundo, ya se han difuminado algunas partes, es la estela de un avión que se aleja, es un trazo a mano alzada, que sobre el papel, sobre tanto lienzo, carece de fuerza, de expresividad. Juro que he pasado por aquí, tenía la piel más oscura, menos pelos, los ojos brillaban más, te miraban con la inocencia de Beltran, los huesos no tenían implantes de titanio, ni dolían con las temperaturas bajas. Todo era más duro, casi todo, la posibilidad daba la mano a la certeza y el despertar se trataba de un salto, un salto a la derecha. Me gustan las arrugas, me encanta el deterioro controlado, saber que me estoy muriendo lentamente, saber qué necesitas y cómo son las cosas. Escribir es como mear desde un avión, me encanta mojar, impregnar, humedecer, vamos hostias, “no voltees pa tras”.
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0 respuestas a «CINCO Y CAMBOYA»
Me ha encantado… y pocas cosas ya… me suelen encantar.
Iba a escribir algo en consonancia ó… en disonancia, pero intuyo que iba a quedar cutre… bastante cutre… como una mierda al sol.
Así que…
ante este maravilloso revoltijo de pensamientos
que pueden parecer un sin sentido.
Así que…
ante este escrito de sentimientos
que con sentidos sentimientos…
se escriben… quizá con sentido,
lo mejor es disfrutar de su colorido sabor…
y callar…
callar… gritando…
callando amargo y dulce dolor…
aunque sea un sin sentido…
aunque sea con sentido.
Mi más sincera enhorabuena…