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Harén sin hombres

Por Inquietoypreguntón
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Marta y Lucía son heterosexuales, «somos cazadoras» dice con sorna Marta, la mayor de las dos.
Marta tiene dos hijos preadolescentes de su matrimonio, después de 15 años de vida en común, su padre se ha borrado, ni siquiera sabemos dónde está. Lucía, a su vez, tiene un hijo, y mantiene unas excelentes relaciones con el padre.

Lucía nunca ha estado casada, nunca ha dado cuenta de sus amores al Estado. El padre de su hijo le pasa 400 euros de pensión sin que ningún juez haya tenido que intervenir y mantiene con su expareja una buena y fluida relación.

Marta se casó por lo civil y hace tiempo que dejó de perder tiempo y dinero con demandas estériles. El juez asigno 250 euros por hijo, que el padre tampoco paga y hace casi dos años que no saben nada de él.

«La familia monoparental es muy difícil de sostener, sobre todo si sólo hay una fuente de ingresos.¿Qué pasaría si yo enfermara? ¿Qué sería de mis hijos?Soy autónoma, ninguna empresa me ha contratado jamás»

Cansadas de hacer cuentas y horas extras, de organizar una complicada logística para poder cumplir con el trabajo sin desatender a los niños, hartas de no poder meterse en la cama cuando tenían fiebre como cualquier hijo de vecino, Marta y Lucía cogieron la calculadora. Entre las dos pagaban 1600 euros de alquiler por vivir a casi 40 kilómetros de Madrid y todos los gastos de una casa se multiplicaban por 2.

Decidieron alquilar una casa de pueblo grande con espacio para las dos familias, y ahora pagan 1000 euros de alquiler. «Y nos ahorramos casi otros seiscientos euros por el hecho de haber reducido las dos facturas de los gastos domésticos a una sola. Eso sin contar cuánto se nos facilita la vida al ser dos personas adultas que se pueden relevar y compartir las tareas. A veces la convivencia es difícil, pero convivir siempre lo es»

¿Y qué pasa si una de las dos se enamora? Las dos se echan a reír y me miran como si fuera tonto. «El amor no tiene por qué llevar aparejada la convivencia, convivir con un hombre es algo que, ahora mismo, no nos podemos permitir». Lucía suaviza la sentencia de Marta y me mira cómplice: «hombre, novietes podemos tener».

Después de comer, Lucía, Marta y sus hijos me acompañan hasta la puerta y, camino de casa, me pregunto si no será ésta un ejemplo de la familia que imperará en la sociedad de bajo coste.

Fotografía en su contexto original:

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