Por Marisol Oviaño
El Mundo incluye hoy un reportaje de Marta Arroyo sobre la labor de Dominique Lapierre y su mujer en Calcuta.
No todos estamos dispuestos a ceder parte de nuestra fortuna para que otros vivan mejor, ni tenemos cuerpo para viajar a la India a los 81 años. Siempre me resultará más simpático el rico que paga una ronda para todos que el que atesora su riqueza en la soledad de su palacio.
Los escritores somos vanidosos por definición, aprendices de dios que tratamos de crear universos paralelos. Dominique, con el dinero que ha ganado escribiendo, ha puesto en marcha un miniuniverso real en el que parece que la justicia es posible. No es de extrañar que pose tan sonriente dándose baños de masas e incluso junto a los carteles que celebran su llegada a Calcuta. Aunque esas fotos a mí me produzcan cierto pudhttp://midnightales.blogspot.com/2007_03_01_archive.htmlor, cierto quien esté libre del pecado de la vanidad que tire la primera piedra. Tal vez sólo sean un reclamo publicitario y al escritor no le quede más remedio que posar para atraer fondos.
Dominique podía haberse quedado en su casa, o podía haber fundado un partido político o financiado un grupo terrorista. Sin embargo, en esas fotografías, fruto de la vanidad o de la necesidad de financiación, cualquiera puede apreciar que Dominique y su mujer disfrutan.
No cabe duda de que uno de los mayores placeres de la vida consiste en ser útil, ayudar a los demás y ser sonreído.
Y sin embargo, todos parecemos haberlo olvidado.
(Espero que mañana no salte la noticia de que Dominique ha sido detenido por malversación de fondos de sus oenegés)
reportaje en el mundo
fotografía: midnightales