Por Miguel Pérez de Lema
En la casa de Anna Frank está prohibido hacer fotos.
Las ventanas conservan las telas negras que la familia dispuso para hacerse invisibles y que filtran una luz dudosa, mala para tomar instantáneas.
Por otra parte, la visita acaba certeramente en la librería de la Fundación, donde se venden todo tipo de imágenes de Anna, su época, su casa, su miedo y su familia.
Sin embargo, disimuladamente disparo mi cámara ante los retratos de los Frank.
Y descubro a mi hermano, que me acompañaba, enmarcado en la galería de los muertos.
Ojalá hubiera atendido a la prohibición, a la falta de luz, y a la oferta de la librería.
En el pecado me llevo la penitencia.