Autor: Enrique Vila-Matas
Editorial: Anagrama
Artículo: Ernesto Bark
Editada en el año 2000, esta novela no es exactamente una novedad, aunque su quinta edición sigue en las librerías y el fenómeno Vila-Matas hace que toda su obra esté de actualidad, en resonancia mediático/comercial.
Además, Bartleby, tiene ingredientes que la hacen merecedora de una atención sostenida y, en cierta forma, es más novedad que muchas de las novedades de ahora mismo. Vila-Matas crea esta novela de ensayo, que es un ensayo de una nueva forma de hacer novelas, barajando con maestría tres ingredientes. En primer lugar, la tesis ensayística de lo que el autor llama la literatura del No –los escritores que dejan de escribir-. Este ingrediente, en sí mismo, sería suficiente para que el libro mereciera nuestra atención. Pero a él se añaden otras formas: el anecdotario, que en ocasiones llega a crear relatos que funcionarían de forma autónoma; más la novela, a través del hilván narrativo del triste protagonista, que da coherencia a todo el material y, que en cierta forma, está escribiendo su autobiografía a partir de los retazos biográficos de otros autores.
Por otra parte, el juego literario se hace inquietante desde muy pronto, poniendo al lector en la incómoda –y por eso mismo sugestiva- incertidumbre sobre la veracidad de la información. ¿Son reales todos los escritores, son todas las anécdotas auténticas? El lector acaba disfrutando del artificio por encima de la realidad, como una ficción literaria (Borges anda por medio), y a la vez, aceptando que el rigor está en la tesis y es más riguroso, a su manera, que un ensayo puro.
Dice el jorobado narrador en sus primeras páginas: ´Estoy convencido de que sólo del rastro del laberinto del No pueden surgir los caminos que quedan abiertos para la escritura que viene`. En ese sentido Vila-Matas ya está haciendo la literatura que viene y su éxito es un fenómeno tan extraño como alentador. La literatura de Vila-Matas es una oposición directa a los estándares comunes y, sin embargo, ha tenido una repercusión de la que deberían tomar buena nota todas las instancias del negocio editorial. Vila-Matas es una luz inesperada entre las sombras de lo gastado, y así se lo han reconocido los miles de lectores que existen, que parecían estar esperando alguien que los tratara como adultos. Hay, claro, una masa de lectores por debajo de la literatura que consumen los big macs de temporada, y ese es un quid pro quo que no va a cambiar, ni tiene por qué hacerlo.
Pero creemos que hay esos otros, los lectores del No, igual que hay los escritores del No, que son los lectores que ha recuperado Vila-Matas. Hay unos bartleby-lectores, que ante la mesa de novedades del Corte Inglés sólo dicen: ´Preferiría no hacerlo`. Ahora, desde Vila-Matas, tenemos la sensación de que ambas comunidades, los bartleby escritores y los bartleby lectores, se estaban esperando y que, tal vez, han dado el primer paso hacia la reconciliación. Los excluidos, los desencantados, se saben una forma de aristocracia – viene a decir Vila-Matas- y su indolencia hacia la dictadura de la plebeyez puede estar acabándose –nos atrevemos a añadir-.
Casi al final, leemos estas frases sobre una visita a un escritor: ´Fuimos a ver al último gran escritor francés de antes de la derrota del estilo, de antes de la abrumadora edición de la literatura llamémosla pasajera, de antes de la salvaje irrupción de la literatura alimenticia`. Se está hablando en ese pasaje del año 1950, y hoy empezamos a comprender que tal vez ya llevamos demasiado tiempo estancados en lo mismo. Los géneros se han fosilizado, el cine ha corrompido el estilo y la industria ha jugado a multinacional discográfica Pop.
Enrique Vila-Matas es un feliz resurgimiento de la literatura. Cuidémoslo.
Imagen en contexto original: lafemelledurequin