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Educación General hijos adolescentes

educación y equilibrio

por Marisol Oviaño
Imagen en contexto original: coolbaby

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Educar a los hijos resulta tan difícil porque no hay ninguna tabla de medidas que los padres preocupados podamos consultar. Por muy seguro que estés de cómo lo estás haciendo, es inevitable preguntarse de vez en cuando: ¿lo estaré haciendo bien?

No hay una fórmula mágica, ni siquiera un sistema con el que medir si los estás queriendo demasiado o demasiado poco, ni si estás siendo demasiado permisivo o deberías ser un poco más estricto. Algunos podemos mirar atrás y ver cómo nos educaron a nosotros no para calcar, sino para coger lo mejor de lo que recibimos: disciplina, cariño, alegría… Otros no pueden tomar nota de lo aprendido, y tienen que inventar un sistema nuevo. Lo tienen más difícil.

Y además, lo que funciona con un hijo, no funciona con el otro. Cada uno es un mundo. No hay unas normas concisas y claras que puedas aplicar a todos por igual, tipo: “Aquí todo el mundo a las 10”. A lo mejor a un hermano puedes dejarle salir hasta que le apetezca, porque te ha demostrado muchas veces que es responsable; y al otro prohibirle que ponga los pies en la calle: porque ha suspendido siete y porque, cada vez que sale, llega al amanecer y bebido hasta las trancas.

Por ello, en lugar de normas inamovibles, yo soy más partidaria de trazar unos límites con líneas rojas y ser flexible con todo lo demás. Por ejemplo: negociar –no a diario, sino de forma extraordinaria- una hora de vuelta a casa, y negarte siquiera a hablar de la posibilidad de dejar el instituto antes de acabar la ESO.
Lo difícil es, como siempre, encontrar el equilibrio.

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