Por hijadecristalero
Fotografía en contexto original: elpais
Se acaba otro año más y yo tengo que ir a comprar paté. Me lo han encargado en el último momento.
Los niños se han levantado histéricos por la fiesta. Si por mí fuera, nos quedaríamos en casita, pero ellos todavía conservan la ilusión. No sería justo castigarles sin cena, brindis, abrazos, amigos, cohetes y serpentinas. Dentro de un par de años serán ellos los que salgan y yo echaré de menos la época en la que íbamos juntos a las fiestas.
Me he levantado tristona, pero sé que me no quedará más remedio que levantar el ánimo a lo largo del día, para que mis hijos no se preocupen y disfrutemos de la noche. El pueblo bulle de gente que se desea feliz año, todo el mundo parece estar dispuesto a desear lo mejor al prójimo. Sólo por eso merece la pena salir a la calle y contagiarse un poco de la alegría general.
Mientras espero mi turno para el paté, me acuerdo del padre de mis criaturas. A estas horas debe estar también aprovisionándose entre los camellos, para entrar bien surtido a un nuevo año en el que seguirá viviendo como si nunca hubiera tenido hijos. El día 1 de enero a las dos o las tres de la mañana es el único momento en el que se acuerda de que nos quiere (a mí también me incluye en el paquete). Quizá esta noche vuelva a sentir ese temblor en las piernas y, como otros años, nos llame en vano: el ruido de la fiesta ahogará el timbre del teléfono.
Luce el sol y me calo las gafas al salir de la tienda.
Definitivamente, tendré que tomarme una cervecita.
Hoy es obligatorio ser feliz.
Mis hijos no se merecen menos.
Feliz año a todos.
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Feliz año a vosotros tambien… y animo para el año que empieza